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La capilla sixtina del neanderthal
Título Original: CAVE OF FORGOTTEN DREAMS Dirección y guión : Werner Herzog Música: Ernst Reijseger Fotografía: Peter Zeitlinger Montaje: Joe Bini y Maya Hawke Nacionalidad:  Canadá, USA, Alemania, Francia y Reino Unido. 2010  Duración: 90 minutos ESTRENO: Junio 2012
El cine de Herzog, lo dice él mismo, desconoce el significado de la frontera que separa la ficción del documental. Cuando Herzog trabaja con historias (re)creadas desde la imaginación, el proceso de rodaje hace que las circunstancias de su relato devengan en argumento. En ellas, la presencia de la Naturaleza y las dificultades de su realización imponen una suerte de metadocumento. Títulos como Fitzcarraldo (1982), Aguirre, la cólera de Dios (1972) y más recientemente Teniente corrupto (2009)  ejemplifican un modelo que, cuando se mueve en el género documental, hace de lo real una suerte de estupor que provoca en el espectador una sensación de descreimiento.
En La cueva de los sueños olvidados, hermoso título para albergar una incursión insólita en una especie de capilla sixtina de hace 32.000 años, Herzog comparte con el público sus inquietudes ante el misterio de unas pinturas descubiertas hace diecisiete años, tras milenios de permanecer ocultas para el ser humano. Con un mecanismo análogo al desplegado en Encuentros en el fin del mundo (2008), Herzog explica las circunstancias que facilitaron el privilegio de poder filmar en el interior del vientre de la tierra; una suerte de útero en el que unas pinturas de insoslayable belleza levantan en el realizador y en quien se adentra en su película, un proceso de interrogación antropológica.
Herzog convierte la cueva de Chauvet, en el pretexto de su rama dorada para construir hipótesis de todo tipo. Algunas, tan descabelladas como inconcebibles; otras tan enigmáticas que se diría albergan las grandes preguntas que acompañan al ser humano desde su nacimiento. El permiso de rodaje se limitó a unas pocas horas, apenas unas jornadas que Herzog aprovechó para deleitarse en una suerte de musical pre-cinematográfico. La cámara en 3D recorre las paredes ondulantes de la caverna, las sombras platónicas y los dibujos diestros para convocar un espectáculo conmovedor. Pero quien sepa bien y haya disfrutado con la osadía de Herzog no podrá conformarse con este trabajo que, de no mediar razones mercantiles, se podría haber concentrado en 60 minutos. Herzog, anestesiado por este enigma pintado en piedra, aparece lacónico, disperso, ensimismado.

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