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Una rubia entre dos lelos

Título Original: How do you know?Dirección y guión: James L. Brooks Intérpretes: Reese Witherspoon, Paul Rudd, Owen Wilson, Jack Nicholson y Kathryn Hahn Música: Hans Zimmer Nacionalidad: EE.UU. 2010 Duración: 116 minutos ESTRENO: Febrero 2011
James L. Brooks apareció como un tsunami en el panorama cinematográfico. Tras algunos caracoleos en televisión, tras varios proyectos como productor, Brooks presentó en 1983, cuando contaba ya con 43 años, La fuerza del cariño. Ganó cinco Oscar: a la mejor película, al mejor director, al mejor actor de reparto (Jack Nicholson), a la mejor actriz principal (Shirley MacLaine), y al mejor guión adaptado. Tuvo, además, otras seis nominaciones. O sea tocó ese cielo en el que uno se pierde por la vanidad de estar allí y por el miedo a no volver a tocarlo. Más productor que director, Brooks no es un autor con deseo de concretar una voz personal.
Lo suyo es la eficacia del producto; el deseo de gustar a cuanto más público mejor. De ahí que su filmografía se atrinchere en la comedia y que, como en este caso, su reparto parezca una alineación de reclamos para todas las generaciones y para todos los gustos.
Ahora bien, cruzar el histrionismo sin bridas de Nicholson con la retranca posmoderna de Owen Wilson; o casar la energía desbordada de Reese Witherspoon con el atildamiento de Paul Rudd, no es sino construir un mal equipo. Un equipo sin estilo de juego porque cada uno va a ir indefectiblemente por su lado.
Al enfrentarse a esta historia de incertidumbre sentimental: ¿el rubio o el moreno?; y al hacerlo sobre el fango de un lago estancado, el de la actual sociedad norteamericana emblematizada por el éxito y el dinero, Brooks sabía que removía aguas turbias. Aguas oscuras que hablan del final del sueño de una deportista de élite. Aguas traicioneras que acogen la deshumanización de un tiburón empresario capaz de degollar a su propio hijo. Aguas surcadas por la simpleza políticamente correcta de un Messi narciso y por la perplejidad de una mujer herida que lame sus cicatrices sin saber a quién amar.
El enredo sentimental siempre ha sido un buen motor para la comedia, pero Brooks lo rompe por la falta de consistencia de las situaciones y los personajes. Los actores actúan pero no interactúan. Ellos están pero sus personajes no son. Como tampoco Brooks es ese director capaz de sacer las muchas cosas que había en un argumento menos insustancial de lo que acaba siendo.

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