Payasada nacional I, II y IIITítulo Original: BALADA TRISTE DE TROMPETA Dirección y guión: Álex de la Iglesia Intérpretes: Carlos Areces, Carolina Bang, Antonio de la Torre, Manuel Tallafé, Enrique Villén y Santiago Segura Nacionalidad: España y Francia. 2010 Duración: 108 minutos ESTRENO: Diciembre 2010

Al final de este espectáculo sanguinolento, desquiciado, cruel y a veces imponente subyace una pregunta: ¿qué quiere contar Alex de la Iglesia en Balada triste de trompeta? La respuesta más obvia descansa en el contexto histórico escogido. Un período que arranca en plena guerra civil española y que culmina el día que Carrero Blanco voló vivo al cielo para volver a caer muerto en las calles de Madrid. Con ello, Alex de la Iglesia simboliza la historia negra española acudiendo a su imagen favorita, ese duelo fratricida “a garrotazos”, con el que Goya sintetizó las miserias hispanas.
Según esa interpretación, Balada triste de trompeta se impone como la fábula de esa lucha sin cuartel, ese inacabable e incomprensible molerse a palos al que suele acudir el cine de Alex de la Iglesia para representar la estulticia nacional. El presidente de la Academia del Cine español lleva años repitiendo esa cantinela cainita y voraz con diferente suerte. Aquí, por primera vez sin un coguionista que le marque el contrapunto, Alex de la Iglesia alumbra su película más salvaje, más desatada, más radical. Aunque no la más lograda.
Una imagen, explicitada en el título, recorre su columna vertebral. La de un Raphael maquillado de payaso con el rostro demudado y pegando alaridos trompeteros llenos de angustia. Como buen posmoderno, Alex sabe reconocer la locura y el gesto excepcional allí donde se encuentra y Raphael, con su amaneramiento sin control, representa ese grito expresionista que emblematiza la delirante perversión del franquismo mejor que nadie.
En el horror se esconde algo fascinante y siniestro: el enigma de la muerte. Y hacia allí se encamina este filme que se ríe en los créditos de apertura de las servidumbres económicas de un cine subvencionado para levantar el telón en medio de una secuencia que corta el aliento. Una secuencia presidida por Santiago Segura en una impagable interpretación que se apaga posteriormente, transmutado en un payaso tonto, ebrio de pena y sangre. Balada triste hace honor a su nombre. Todo en ella resulta acongojante, doloroso e inconcebible. De la Iglesia se sirve del duelo de dos payasos, el triste y el tonto, que se muelen a golpes por una trapecista de la que el espectador no sabrá jamás como definirla porque en realidad como personaje jamás se forma.
Con esa trapecista en permanente (des)equilibrio tentador, Alex saca el freakie que lleva dentro. Esto es, se encomienda a todos los cineastas que le han perturbado y de cada uno de ellos toma prestado un gesto. Imposible no oler la insania demente de los personajes delineados por Tsukamoto, Chan-wook, Miike y otros abanderados del cine asiático más extremo. Pero también resulta imposible no percibir la herencia de Camus, Borau e incluso Berlanga, así como de Del Toro, HItchcock y Browning. Dicho de otro modo: el director de Acción Mutante acude al breviario de Tarantino y le pone un forro cañí. Se trata de un recetario excesivo con el que cocina tantas cosas y se apuntan tantas direcciones que al final resulta imposible discernir por quién llora ese solo de trompeta. Esbozar un juicio histórico y, a la vez, (re)citar la galería de los monstruos favoritos obliga a errar por el terreno de la cita. Esas notas a pie de página hablan de un cineasta bien informado dotado de un gran talento para pergeñar historias terribles. Pero hay demasiadas referencias y digresiones para poder levantar una historia sólida. Además, la incapacidad de insuflar aliento real a los personajes, nos aboca a temer que de la Iglesia nunca liberará al gran cineasta que lleva dentro. No obstante siempre le deberemos algunas de las mejores ideas del cine actual.
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