El discreto encanto de la aventura clara

Título Original: CHE, UN HOMBRE NUEVO Dirección: Tristán Bauer Guión: Tristán Bauer y Carolina Scaglione en colaboración con Alfredo Guevara Música: Federico Jusid. Nacionalidad: Argentina, Cuba y España. 2010 Duración: 99 minutos ESTRENO; Octubre 2010
En pleno vendaval terminológico sobre qué es y qué no es el cine documental, qué rostro tiene el cine invisible, en qué vértice se disuelven las fronteras narrativas del cine de no ficción e incluso qué hacemos con esas películas gestadas tras el acta de defunción del cine-relato, una película como ésta corre el peligro de no encontrar ningún refugio. Tristán Bauer, su realizador, ha dedicado muchos años a atesorar datos, a escarbar en los recuerdos, a desenterrar huellas que incluso en algunos casos ni siquiera se habían intuido. El resultado presenta un perfil de alta intensidad revestido con la excitación de quien hace un gran descubrimiento arqueológico. Este filme documental muestra vocación de tesoro rescatado, de fénix que emerge de los tiempos oscuros para mostrar el rostro humano del mito. Porque ese y no otro es el fundamento de Che, un hombre nuevo, descubrir los pies desnudos y humanos del icono por excelencia del siglo XX.
Aunque solo fuera por la exhibición ordenada de ese material inédito, por su escrutación en esos tortuosos y apretados escritos que de manera febril escribía Guevara, y que de forma devota recompone este filme Tristán Bauer y Carolina Scaglione, estaríamos ante una cita merecedora de ser atendida. Dicho de otro modo, Bauer ha construido un documental ortodoxo. Lo importante en él, son los datos. Datos adornados con algunos brotes de un lirismo excesivo, con algunos suspiros de más y algunas verdades de menos. No porque no sea cierto lo que cuenta, sino porque Bauer no se adentra en el corazón del bosque que tiene en sus manos. Sin menospreciar la pormenorizada labor del equipo de esta película, su mayor valor es la figura del Che, ese eco solemne de su recuerdo y ese proceso histórico que Bauer permite releer entre líneas para determinar que entre el hombre y la Historia, la víctima fue el guerrillero.
Es moneda común en este tipo de incursiones canónicas hallar sus mejores gemas no en lo que se muestra sino en lo que a su pesar permanece. No en lo que aparece en un primer plano sino lo que se atisba en las sombras del fondo.
En ese orden de miradas hay una secuencia breve donde la herida de la Historia cobra la fuerza de la revelación. Acontece en los días en los que Che Guevara anunciaba su marcha de Cuba, eran los tiempos en los que el revolucionario argentino se empeñaba en poner en solfa la percepción que del comunismo se tenía en la URSS remontando su crítica incluso al mismísimo Lenin. En esos pocos segundos, el filme permite asistir a una escena cargada de tensión, un triángulo de ojos que no encuentran roce ni afecto entre ellos: los del Che, los de su mujer y los de Fidel Castro. En ese desencuentro se abisma el final de un tiempo y en alguna manera el trágico desenlace del Che. En esos segundos, se inscribe el día D, la crónica de un final predeterminado.
Lo propio de un texto artístico pertenece al territorio de la interrogación. En ese sentido, Che, un hombre nuevo, pese a que durante casi cien minutos llena la pantalla de testimonios que permiten (re)construir el periplo y el pensamiento del Che, deja la sensación de que el enigma de ese hombre nuevo queda sin despejar. Cuanto más muestra, más se intuye y menos se ve. En buena medida porque Bauer parece medir mal sus fuerzas. A veces, se ensimisma en una reiteración obsesiva. Y otras veces porque da la impresión de que se ha quedado sin tiempo. En esos titubeos que cortan el ritmo se impone la certeza de que Bauer no ha agotado todas las posibilidades que le brindaban sus hallazgos. Lo que no enturbia la valerosa aportación de todo ese material rescatado del olvido.
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