Confusión y extrañamiento

Título Original: STONE Dirección: John Curran Guión: Angus MacLachlan Intérpretes: Robert De Niro, Edward Norton, Milla Jovovich y Frances Conroy Nacionalidad: EE.UU. 2010 Duración: 105 minutos ESTRENO: Octubre 2010

En El velo pintado, John Curran estableció una evidente complicidad con Edward Norton. El actor le brindó al joven director un recital interpretativo y éste supo conducir con notable pulso la difícil adaptación de la novela de Somerset Maugham. Espoleados por el buen entendimiento, Stone puede verse como un feliz reencuentro entre ambos y como una vuelta de tuerca del director ahora deseoso de firmar un obra mayor. Si en el melodrama situado en los años 20, en una China sacudida por la transformación y la tradición, Curran fue comparado epidérmicamente con James Ivory; en Stone, su director ha tratado de no parecerse a nada ni a nadie. Y lo ha conseguido. A un precio elevado: ser confuso y parecer incoherente.
A Curran le gusta hurgar en esa trampa de hielo frágil y fondo imprevisible sobre la que bailan las relaciones afectivas y sexuales. Si en Ya no somos dos palpaba la cara más desagradable de la soledad y la traición conyugal, en Stone, Curran apuesta por adentrarse en la insoportable asfixia de la cotidianeidad. Stone se abre con un prólogo introductor que muestra un relámpago de furia en un tipo tranquilo. Un arrebato casi homicida en quien, luego se sabe, tiene como misión juzgar la rehabilitación de los convictos para informar sobre la idoneidad de su libertad. De algún modo, Curran, con el guión de MacLachlan, un escritor que no gusta entrar en demasiados detalles y que confía en la elipsis como ya puso de relieve en Junebug, decide juzgar al juez. Y para ello teje un filme que se articula a través de bruscos saltos, lleno de cambios de actitud y con reacciones imprevisibles que dejan al espectador en un estado confuso.
Confusión sobre perplejidad porque a un desarrollo psicológico discutible, Curran le añade un tono extremo. Milla Jovovich pasa de una ingenuidad sensual a una seducción con vicio sin que medie razón. De Niro, cuyo personaje no parece interesarle en absoluto, se deja hacer. Y Edward Norton se suma feliz a esos cambios de registro que sólo contribuyen a reforzar una sensación de extrañamiento. Hay secuencias de alguna belleza poética pero no hay unión posible entre sus capítulos. Como si Curran quisiera dejar al público sumido en la incertidumbre y anclado en el desconcierto.
Please follow and like us:
Pin Share

Deja una respuesta