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Oscuridad en compañía Título Original: LOS OJOS DE JULIA Dirección: Guillem Morales Guión:Guillem Morales y Oriol Paulo Intérpretes: Belén Rueda, Lluís Homar, Julia Gutiérrez Caba, Pablo Derqui, Joan Dalmau, Francesc Orella y Boris Ruiz Nacionalidad: España. 2010 Duración: 111 minutos ESTRENO: Noviembre 2010

Si los sueños de la razón engendran monstruos, el miedo a la oscuridad alimenta pesadillas. No en vano oscuridad fue la penúltima plaga bíblica, la que dejaba al ser humano a merced del llanto y del rechinar de dientes. Pero en el cine, en ese tren de sombras, la indefensión de una persona invidente ha cultivado casi siempre buenas películas. Quizás porque la ceguera, como el boxeo, posee cualidades cinemáticas; quizás porque descansa, como la épica, en los ecos que provienen de un pasado ancestral. Pero, pese a que hay decenas de buenas o al menos aceptables películas con el tema de la ceguera en su seno, cada vez que aparece un nuevo filme, regresa el recuerdo de Sola en la oscuridad (1967) de Terence Young.
En el segundo largometraje de Guillem Morales (El habitante incierto, 2005) late alguna deuda en su partitura argumental con respecto al filme de aquella Audrey Hepburn de porcelana cuya fragilidad resultaba irresistible. En este caso, Belén Rueda aporta a su personaje una quebradiza presencia que cultiva un esforzado recital interpretativo
Hay interesantes quiebros argumentales en su guión, pero demasiada previsibilidad en su factura. El peso de cierto cine español vinculado al mundo del terror, y la presencia de Guillermo del Toro en la sala de máquinas de su producción, desnudan por completo el ADN de ese cine de género con querencia universal y alta porosidad para asumir legados y fórmulas que han tenido éxito. Si en su primer filme Morales ambicionaba dejar una rúbrica de autor, aquí todo adquiere el formato del encargo, del buen acabado en un cine de productor
El pánico a las sombras, el suspense del thriller y la presencia del psicópata académico con madre incluída, marcan una estrecha vía por la que Los ojos de Julia más que deslizarse se clava. De tal modo que,siendo un filme de tensión y sobresalto, durante muchos minutos Morales no consigue transmitir interés por un relato que teniendo medios, actores y un buen pretexto argumental, no alcanza nunca la empatía con el espectador. En buena medida porque el director está pero no es; ordena pero no manda; asume pero no propone. En ese estado de industrialización, Los ojos de Julia se empañan, languidecen y pronto se olvidan.

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