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Del amarillo al amarillo limón TÍTULO ORIGINAL: Siempre hay tiempo (Héctor y Bruno) Dirección: Ana Rosa Diego Guión: Ana Rosa Diego, Encarnación Iglesias, Teresa Vilardell, Miquel Casamajor y Jesús Ponce Intérpretes: Txema Blasco, Edu Bulnes, Montserrat Carulla, Sergi Calleja, Maite Sandoval y Fermí Reixach Nacionalidad: España. 2009 Duración: 87 minutos ESTRENO: Mayo 2010
Del rosa al amarillo, Concha de Plata del festival de San Sebastián 1963, fue un título que gozó de gran predicamento en los años 60. Con él, Manuel Summers exploraba -es un decir- los riesgos y peligros que corrían quienes se adentraban a destiempo en el amor. Eran días estériles para el sueño y la esperanza y aquel díptico articulado por dos historias sin relación entre sí, mostraba los amores (rosa) de dos adolescentes y los humores de dos ancianos (amarillo) que alumbraban su última locura de amor en un geriátrico del que trataban de escapar. Ese amarillo otoñal domina de principio a fin Siempre hay tiempo, singular y bienintencionado relato mega-sentimental destinado a provocar tantos picores en el lacrimal como sonrisas en el ánimo. Por casualidad su realizadora y coguionista, Ana Rosa Diego, nació en Sevilla, patria de adopción del citado Summers y por causalidad, o sea por expreso deseo de su batuta, la historia de Héctor, un septagenario vasco al que la construcción de una autopista deja sin hogar, se convierte en una crónica rosa que apuesta por la reconciliación, el encuentro y la concordia.
Casi medio siglo separa ambas películas y las circunstancias, aunque parezcan muy diferentes, se reclaman parecidas. Siempre hay tiempo, lo explicita en su título, apuesta por la esperanza aún a riesgo de hacer añicos el verosímil de su relato. Construída sobre un conflicto exagerado que obliga a los personajes a asumir poses injustificadas, malpierde buena parte de su carga argumental en escaramuzas sin fuego. En su primer largometraje Ana Rosa Diego oscila entre ese tono edificante del realismo ensimismado que caracteriza el cine español de monte y aldea y el escapismo blando de Al salir de clase. No son buenas referencias pero justo es reconocer que al menos no se empeoran. Especialmente porque en el reparto juega Txema Blasco y a su lado se sitúa Montserrat Carulla para insuflar aires de comedia picante a lo que se emborracha de trascendencia de cartón-piedra. Ellos hacen “bonita” lo que no es sino una película menor que, sin pretensiones ni complejidades, desarrolla un cuento moral de padres, hijos y nietos en un escenario que va de Bilbao a Sevilla por el camino (in)feliz de una empalagosa autocomplacencia.