Caminos de hierro y muerteTítulo Original: SIN NOMBRE Dirección y guión: Cary Joji Fukunaga Intérpretes: Paulina Gaitán, Edgar Flores, Kristyan Ferrer, Tenoch Huerta Mejía, Diana García, Luis Fernando Peña y Héctor Jiménez Nacionalidad: México y Suecia. 2009 Duración: 96 minutos. ESTRENO: noviembre 2009
Decía Fritz Lang que es imposible atravesar una época sin recibir nada de ella y decía bien. Eso acontece con este filme de apariencia feroz y de contenido triste. En él su autor, Cary Joji Fukunaga, muestra las cicatrices de su tiempo. Heridas restañadas, convertidas en orografía y confundidas con los tatuajes del rito que revocan los lamentos de otros tiempos. Para unos esos tiempos pertenecen al pasado, para otros (con)forman su presente y para los que todavía no han nacido podrían tal vez presagiar su futuro. Pero vayamos al meollo del filme. Empecemos por recordar que aquello que no tiene nombre pertenece a lo monstruoso y lo propio de esa condición es sembrar el terror, que no el horror, porque pertenece a lo terrestre. Esa red del mal atrapa a los desgraciados protagonistas de este filme incómodo, atractivo y prometedor; algo desnortado en su desenlace y más convencional de lo que aparenta en sus primeros minutos.
Ahora que ha muerto Levi-Strauss, viene a cuento, como gesto de respeto y admiración, recuperar aquello que escribió el antropólogo sabio: “Mi obra despierta en mí pensamientos que me son desconocidos”. Y probablemente eso, pensamientos desconocidos, es lo que Fukunaga podría descubrir en sí mismo, si se toma la molestia de releer su relato, éste con el que deslumbró en Sundance a los buscadores de nuevos textos.Anclada en esa ruta salvaje que cruza desde Guatemala a EE.UU a través del corazón de México, Fukunaga habla de los zombies del bombardeo del bienestar occidental y de los ángeles exterminadores de las bandas que sobreviven como antropófagos devorando sueños y cuerpos.
Con una escalofriante ejecución arranca esta pesadilla que da noticia de que su autor algo sabe del infierno de lo real aunque también resulta evidente que busca refugio a lo que de otra manera sería insoportable en un cuento letal de redención y escape. A Sin nombre le pesa la fresca ingenuidad de su narrador, ese deseo de regatear lo que desde el mismo arranque del filme está inscrito: la maldad del ser humano. Se trata de un gesto significativo que no soporta tener que enfrentarse a ese pensamiento desconocido y terrible, y que transforma esta road movie documental en una película de miedo.
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