El pecado original del cine se esconde en su naturaleza, en ese ADN en el que se inscribe la biología que lo constituye. La materia primigenia del cine se llamó fotografía y surgió como consecuencia de la huella formada por esa herida de luz que reproduce la apariencia de lo real. Esa brecha sangrante impuso una deuda con el verosímil. Y así, desde su origen, el cine comercial ha estado encadenado a un sistema de representación de vocación aristotélica hipotecado al principio de causa-efecto.

La capacidad del cine fantástico para significar mucho más de lo que reproduce y representa y para convocar aquello que se escapa de la evidencia de su anécdota argumental, hacen de este género, el más polisémico de todos, el más inquietante, el que mejor puede y quiere simbolizar los miedos que amedrentan al ser humano y sus fantasmas. It Follows da una lección de solvencia del poderío del género fantástico.

Canet, actor antes que director, empieza este thriller de ecos clásicos y refuerzos modernos, con un guiño al cineasta de la posmodernidad. Todo despega en una habitación con olor a cerrado. Un tema destilado de un vinilo mete tensión y ruido. Uno de los tres personajes, inequívocamente peligrosos, cuenta un viejo chiste al estilo Tarantino. Y al estilo Tarantino, con sangre y disparos, empieza un filme que pronto cambiará de tono en busca del talento del coguionista.