Lo que “Ilargi Guztiak” desvela acontece entre dos guerras. Más exactamente entre el final de la tercera guerra carlista (1876) y el inicio de la guerra civil española (1936). En esos 60 años se nos cuenta la historia de Amaia, una niña huérfana que encontrará padre y madre, aunque ninguno sea de su sangre y a ninguno pertenezca.

Hace diez años Yeon Sang-ho dio un golpe de autoridad en el agitado y emergente panorama del cine de Corea del Sur. Digamos que hablamos de una cinematografía que, desde la última década del siglo pasado, desde que la parte de la península coreana no sujeta a la mordaza de acero asumió un proceso democrático liberado a la tutela militar, se ha situado en la cabeza del interés cinematográfico mundial.

Aunque algunas personas huyen del cine fantástico y consideran el terror como un territorio solo visitable por raros, cinéfagos y freakies, le es dado al cine que transita por esa senda adentrarse allí donde solo pueden hacerlo las obras que no temen perderse.

Maud, un término de origen irlandés que viene a significar algo así como “doncella valiente en la batalla” es el nombre de la protagonista de este extraño relato lleno de excelentes referencias y víctima de una discreta carrera comercial,  porque lo comercial no es su carrera.

Del “Expediente Warren” a “Insidious”, el cine del presente parece sensible a rescatar la tradición de las casas encantadas. La lista es larga y la calidad no es escasa. Incluso el cine español, históricamente tan refractario a lo fantástico, ha dado a lo largo del siglo XXI síntomas de una vitalidad inédita.

La secuencia que abre “Madre oscura”, un susto de catálogo con descenso a un tenebroso sótano de una joven que incumple todos los protocolos del sentido común, se cierra en falso. Tras los créditos comienza algo que aconteció cinco días antes de lo visto.