Perteneciente al subgénero de cine y aulas escolares, lo que «Radical» plantea se ha contado muchas veces. Es la fábula del buen maestro; la representación de ese «Oh Captain! My captain!» del poema de Whitman al que tanto lustre le sacó Robin Williams en «El club de los poetas muertos» (1989).
Decía Chesterton, en su defensa sobre la familia, que su virtud estribaba en que, a diferencia de quienes la alababan como un remanso de paz y armonía, era justo lo contrario; una encrucijada entre diferentes.
Al concluir las casi dos horas de «El caso Goldman», se impone el regusto amargo de percibir lo mucho que ha cambiado la sociedad francesa y europea en estas últimas décadas.
Inspirado libremente en el caso Mary Kay Letourneau y Vili Fualaau, o sea que acoge (y recoge) el hecho pero no las circunstancias ni la referencia biográfica a la realidad, Todd Haynes desarrolla un filme personal firmemente asentado en su universo fílmico.
Para pasmo de los «fobospoilers», esas personas de sensibilidad más desquiciada que exquisita, gente que se tapa los oídos cuando alguien a su alrededor habla de una película porque no soportan que se les cuente nada de su argumento, J.A. Bayona llevó a miles de personas a ver un relato del que nadie ignoraba su desenlace.
Construido sobre una novela basada en la realidad ese maestro, que promete el mar, existió en la España republicana que hizo de la enseñanza laica una cuestión de principios. Con su recuerdo, Patricia Font desarrolla un relato conjugando dos tiempos.
Con un enterramiento Martin Scorsese inicia este relato oscuramente epifánico. Se trata de un duelo, un sepelio tan simbólico como unívoco. La víctima es la pipa de la paz de la nación Osage. Con su inhumación, se preludia la muerte de una lengua y el final de un pueblo.
Con ritmo febril, al galope y con toques de corneta apocalíptica, «Golpe a Wall Street» se comporta como un Fómula 1 en una recta. Todo acontece con rapidez de vértigo, en una trama aparentemente compleja que esconde la estructura convencional de aquel cine de catástrofes de los años 70.
Barry Levinson ha cumplido 81 años, posee una trayectoria solvente y en los años 80, su cine lo señalaba como uno de los autores norteamericanos más vertebrales de ese tiempo crepuscular en el que Hollywood dio un giro suicida hacia la infantilización de sus películas.
Todo se reduce a un interrogatorio. De hecho, lo que llamamos guión literario no es sino la transcripción, con las tachaduras pertinentes que protegen «el secreto de estado», del interrogatorio real que sufrió Reality Winner el 3 de junio de 2017 por un grupo de agentes del FBI.