Cuando Coppola realizó «La ley de la calle» (1983) tras los destellos luminosos de «El
Padrino I y II» y «Apocalypse Now», el director norteamericano se asfixiaba en su
tiempo de naufragio. Su «Corazonada» se había estrellado y su experimento con
Wenders, «Hammett», habia acabado en medio de un estrépito de desavenencias y
desacuerdos.
La Cenicienta posee unos orígenes narrativos que arrancan del Egipto faraónico y la
China milenaria hasta pasar por los Giambattista Basile, Charles Perrault y los
hermanos Grimm. Esa eterna y universal historia (del heteropatriarcado, diríamos
ahora) late en la semilla primigenia que sustenta la pesadilla de «Anora».
Desde que Clint Eastwood dijera aquello de que sigue haciendo cine para que no entre
el viejo, el duro más aterciopelado del mundo cumple años, ya va por los 94, sin dar noticias de esa vejez incapacitante que precede a la muerte.
En el evangelio de Lucas, de manera indirecta, como sobrevenida, se encuentra el origen de la expresión: «Salve María» de la que luego surgió el «Ave María», una de las oraciones católicas más rezadas en el mundo junto al «Padre Nuestro».
Tres son los rasgos constituyentes de «Woman of…». Los tres se plantean en la secuencia inicial. Tienen lugar en el transcurso de una ceremonia iniciática: la primera comunión en la iglesia de una pequeña población polaca. Estamos en los tiempos postreros del comunismo en Pol.
La relación de actores que, excepcionalmente, deciden dirigir es amplia y, con frecuencia, más interesante que la media. En el caso femenino esa ambivalencia entre la dirección y la interpretación resulta bastante más singular, aunque hay precedentes de talento indiscutible: Ida Lupino y Barbra Streisand.
Los «diecisiete minutos de aplausos» que recibió este filme en su estreno veneciano se convirtieron en consigna. Era la prueba de que Pedro y sus «chicas» habían vuelto a triunfar.
Jawad Rhalib, director de «Amal», lleva años documentando la realidad sin paños calientes ni prejuicios interesados. En consecuencia, sabe que nada es simple, que entre el discurso xenófobo de la extrema derecha y el buenismo ingenuo de la corrección política, debe haber una forma de coger al monstruo antes de que crezca tanto que acabe por devorarnos a todos o que todos formemos parte de él.
Kei Chika-ura nacido en Japón hace 47 años, parece un monje budista, pero en realidad es guionista y director de cine. En su corta obra figuran un par de cortometrajes y su primer largo: «Complicity» (2019), una apreciada crónica sobre un inmigrante chino sin papeles en el Japón de ahora.
Bajo el falso nombre de Aranzazu Berradre, una joven policía de apenas 20 años, hoy todavía anónima para la sociedad y quizá para siempre, asumió un descenso al inframundo que se prolongó durante 8 años.