Aronofsky pertenece al grupo de cineastas kamikazes al estilo de Terry Gilliam y Luis Buñuel. Son gentes sin freno que, en sus películas, se pasean con dios y con el diablo sin pagar el peaje de la fe; sin militar en iglesias ni credos.
En el vértice que articula las dos mitades de Detroit, la tensión argumental se hace insoportable. En ese sentido recuerda lo que acontecía en El cazador (1978) de Michael Cimino. En el caso del filme protagonizado por De Niro, los soldados estadounidenses esperaban su turno para morir jugando a la ruleta rusa, obligados por los soldados vietnamitas en un ritual macabro.
Eliane Caffé se mueve por una muga envenenada, un pantano llamado docudrama donde verdad y ficción, ideología y estética, compromiso y militancia, entrecruzan sus dedos para fundirse pero, como mucho, confunden al público, lo abruman con personajes y proclamas que giran sobre sí mismos sin diferenciar la paja del grano.
En guerra esta forjada con textos que se expanden dejando, en los intersticios, recovecos de interrogación ética que encenderán apasionadas conversaciones. Porque es de la pasión, de la emoción y de lo propio de la condición humana, de lo que aquí se trata. Conocemos bien el universo de Tobias Lindholm, su director y guionista, y sin duda, En guerra refleja perfectamente las claves de su dietario. De Tobias Lindholm hemos sabido por sus colaboraciones como guionista junto a Thomas Vinterberg.
Los estrenos casi consecutivos de La torre oscura y de It han encendido los focos sobre la autoría del escritor norteamericano, Stephen King. En medio de esta escena sobre-iluminada, se señalan datos como la impresionante capacidad seminal de su legado literario, para impulsar decenas de adaptaciones cinematográficas.
Hace unos años, un desatado Wes Anderson, en The Life Aquatic with Steve Zissou (2004) elaboró un feroz retrato caricaturizando un Cousteau tintiniano a bordo de una aventura desquiciada.
Como si quisiera confirmar los augurios que al comienzo de su carrera lo ubicaban bajo el influjo de Pedro Almodóvar, François Ozon da salida en El amante doble a todos aquellos reflejos y afinidades que abrochan su estilo y sus obsesiones con el hacer del autor de Todo sobre mi madre.
Del tristemente célebre muro de Berlín quedan unos pocos metros de piedra repletos de chicles pegados. Ningún artista contemporáneo hubiera imaginado una mejor acción pop a la estupidez del observador lejano.
La destreza y el oficio de Doug Liman son indiscutibles. Su trayectoria lo demuestra, y este Barry Seal nos da la evidencia de que pertenece a la categoría de esos fabuladores de azúcar y ruido capaces de hacer espectáculo de feria incluso con el tráfico de seres humanos.
No todo el mundo vio con buenos ojos que Justine Triet, directora y guionista de La batalla de Solferino (2013) fuese escogida para con su segunda película, Los casos de Victoria, abrir la Semana de la Crítica en la pasada 69 edición del festival más prestigioso del mundo, Cannes.