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La mitología como pretexto
Titulo Original: WRATH OF THE TITANS Dirección: Jonathan Liebesman Guion: D. Mazeau, D. L. Johnson y S. Knight; basado en un argumento de G. Berlanti, D. Johnson y D. Mazeau Intérpretes: Sam Worthington, Liam Neeson, Ralph Fiennes, Danny Huston Nacionalidad: EE.UU. 2012 Duración: 99 minutos ESTRENO: Abril 2012
Cuando se agrieta la imaginación siempre se puede echar mano a la mitología. De hecho, abundan los ensayos sobre cuáles son las fuentes originarias de los relatos. Ensayos que (de)muestran que (casi) todas las historias están contenidas en los textos antiguos: de Homero a la Biblia. Esa actitud de rapiña imaginativa que no conoce derechos de autor ha propiciado asaltos con mayor o menor destreza al templo de Zeus desde el nacimiento del cine. La mayoría se tejieron con escaso respeto y ninguna pretensión divulgativa. Se trataba solo de escarbar en un universo propicio para la épica y la fantasía.
Eso y sólo eso hay en esta Ira de Titanes que mezcla a su antojo nombres y referencias mitológicas para desarrollar una aventura en la que se implican padres y hermanos, hijos y nietos, traiciones y sacrificios en medio de un escenario espectacular creado gracias a los recursos de la imagen de síntesis. Ira de Titanes continúa el tono y la dirección que estableció su antecesora, Furia de Titanes. Aquí como allí, la operación insiste en revocar argumentos ya formulados a la luz de la nueva tecnología audiovisual que, a falta de emoción, aporta conmoción, un sentimiento que nos abandona justo segundos después de levantarnos de la butaca. Así son las cosas y así son los tiempos.
Carente del entrañable regusto del cartón piedra de antaño, sin esa ortopédica vibración que transmitían los efectos especiales del inolvidable Harryhausen, aquí sólo nos llegan las chispas del fuego en 3D que parecen atravesar las gafas de artificio e impostura con la que asistimos a estos divertimentos de barraca de feria. Lo demás, un Perseo sin demasiado carisma, arrepentido por no ayudar a su padre, Zeus, a quien su hermano Hades traiciona doblegado a un Cronos dispuesto a acabar con la vida divina y humana. Caos absoluto para una guerra sin cuartel aliñada por engaños y gestos heroicos que nos hace añorar el tono y el desenfado del último Thor cinematográfico, ese sí, algo más respetuoso con la Mitología.
Cuando se agrieta la imaginación siempre se puede echar mano a la mitología. De hecho, abundan los ensayos sobre cuáles son las fuentes originarias de los relatos. Ensayos que (de)muestran que (casi) todas las historias están contenidas en los textos antiguos: de Homero a la Biblia. Esa actitud de rapiña imaginativa que no conoce derechos de autor ha propiciado asaltos con mayor o menor destreza al templo de Zeus desde el nacimiento del cine. La mayoría se tejieron con escaso respeto y ninguna pretensión divulgativa. Se trataba solo de escarbar en un universo propicio para la épica y la fantasía.
Eso y sólo eso hay en esta Ira de Titanes que mezcla a su antojo nombres y referencias mitológicas para desarrollar una aventura en la que se implican padres y hermanos, hijos y nietos, traiciones y sacrificios en medio de un escenario espectacular creado gracias a los recursos de la imagen de síntesis. Ira de Titanes continúa el tono y la dirección que estableció su antecesora, Furia de Titanes. Aquí como allí, la operación insiste en revocar argumentos ya formulados a la luz de la nueva tecnología audiovisual que, a falta de emoción, aporta conmoción, un sentimiento que nos abandona justo segundos después de levantarnos de la butaca. Así son las cosas y así son los tiempos.
Carente del entrañable regusto del cartón piedra de antaño, sin esa ortopédica vibración que transmitían los efectos especiales del inolvidable Harryhausen, aquí sólo nos llegan las chispas del fuego en 3D que parecen atravesar las gafas de artificio e impostura con la que asistimos a estos divertimentos de barraca de feria. Lo demás, un Perseo sin demasiado carisma, arrepentido por no ayudar a su padre, Zeus, a quien su hermano Hades traiciona doblegado a un Cronos dispuesto a acabar con la vida divina y humana. Caos absoluto para una guerra sin cuartel aliñada por engaños y gestos heroicos que nos hace añorar el tono y el desenfado del último Thor cinematográfico, ese sí, algo más respetuoso con la Mitología.