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Lo que hoy cenan en EE.UU., mañana se servirá en nuestro desayuno. Es lo que nos toca desde que finalizó la II Guerra Mundial. Cosas de la hegemonía económica, el imperialismo cultural yanqui y las obligaciones de la dependencia militar que Occidente tiene con respecto al único país del mundo que no dudó en arrojar bombas atómicas contra un enemigo ya derrotado.