Sexo, coches y estupidez

Título Original: COMBUSTIÓN Dirección:  Daniel Calparsoro Guion:  Carlos Montero, Jaime Vaca y Daniel Calparsoro   Intérpretes:  Álex González, Adriana Ugarte, Alberto Ammann, Luis Zahera, Marta Nieto y María Castro  Nacionalidad:  España. 2013  Duración: 104 minutos ESTRENO: Mayo 2013

Calparsoro irrumpió en 1993 con un mazazo fílmico de título premonitorio: Salto al vacío (1995). Ahora, dieciocho años después, muchas cosas han cambiado pero entre aquel filme de despegue y este Combustión, se perciben algunas simetrías paradójicas en medio de un paisaje totalmente modificado. Aquí como allí, los protagonistas son gentes jóvenes atravesadas por la insatisfacción. Sin embargo, entre Salto al vacío, la historia de una joven marginal que se dedica al tráfico de armas y drogas para sostener a su familia, y Combustión, la historia de otra joven que se ofrece como cebo para seducir a sujetos adinerados, la principal transformación atiende a la motivación del comportamiento ilegal de su protagonista femenina. En Salto al vacío, distorsionado por un acabado rugoso, en medio de susurros casi inintelegibles, había un porqué en la violenta actitud de sus personajes. En Combustión, reina el vacío. 
Se diría que dos décadas después, Calparsoro ha llegado allí donde preludiaba su ópera prima: al suelo de la nada. En el viaje, en este tiempo, Calparsoro lo ha intentado todo. Pasajes (1996),  A ciegas (1997), Asfalto (1999), Guerreros (2002), Ausentes (2005)… para finalizar con Invasor (2012), una brillante crónica bélica tan impactante como gratuita. Invasor es un pristino ejemplo de oquedad. Su ineficaz e hipotética denuncia sobre los excesos del ejército español en sus misiones de paz derivaba en nada al carecer del más minimo soporte real. Dicho de otro modo, para Calparsoro todo está permitido si sirve al espectáculo. Todo vale si hace ruido. Lo que nos lleva a constatar que la parábola de su cine se ha mantenido perseverante en una desorientación clamorosa. 
Calparsoro toma en vano grandes cuestiones para jugar con ellas. Esa falta de rigor despoja a los personajes de entidad. No son, están; y en ese estar Calparsoro se aferra a su mejor virtud, una enérgica capacidad de obtener de las secuencias de acción un cierto vigor.  Pero ni siquiera eso justifica la insustancialidad de esta versión descafeinada de La carnaza mezclada con Fast & Furious. Aquí sólo hay torsos desnudos de anuncio publicitario y una banalidad insoportable sólo aconsejable para estómagos duros y cerebros blandos.

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