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Fantasmas en Super 8
Título Original: SINISTER Dirección: Scott Derrickson Guión: Scott Derrickson y C. Robert Cargill Intérpretes: Ethan Hawke, Vincent D’Onofrio, Fred Dalton Thompson, James Ransone, Clare Foley y Juliet Rylance Nacionalidad: EE.UU.. 2012 Duración: 110 minutos ESTRENO: Noviembre 2012
La primera imagen de Sinister, de la que luego nace la primera secuencia, es difícil de olvidar. Cuatro personas encapuchadas, maniatadas y con una cuerda atada a sus cuellos que permanecen de pie, debajo de un árbol. Rodada bajo los ropajes del super 8, con el ruido del cine familiar que, por pertenecer a lo real, siempre reclama la legitimidad de lo verdadero, la secuencia que revela se descubre siniestra, perversa. De repente, la rama de la que apenas se aprecia que algo o alguien la está manipulando, cae al suelo limpiamente cortada. Es un desprendimiento letal porque su descenso, a modo de contrapeso, significa el ahorcamiento de los cuatro desgraciados. Posteriormente, y ésa es la evidencia de la falta de convicción de Scott Derrickson, un director empeñado en el subrayado, un aficionado al cine de miedo que teme quedarse corto, repetirá la escena hasta el abuso, en un crescendo que desemboca en el delirio.
Derrickson tiene algunos hitos sorprendentes. Hizo la quinta entrega fílmica de Hellraiser y consiguió que fuese la primera en estrenarse directamente en dvd. Tuvo un acto de reafirmación más prometedor cuando filmó El exorcismo de Emily Rose (2005) pero volvió a las andadas al atreverse con el desfallecido remake de Ultimátum a la tierra (2008).
En Sinister podía haber conseguido un interesante filme de haber optado por el thriller en lugar de entregarse a los excesos del vale todo. El argumento arranca bien. Un escritor al que la ficción no le da éxito, ha encontrado un cierto prestigio y bastante dinero, escribiendo sobre asesinatos terribles a los que la policía no ha sabido dar respuesta. Empeñado en triunfar, el escritor no dudará en trasladarse con su familia al escenario de un terrible crimen. La aparición de unas películas domésticas en el desván de la casa, allí donde el psicoanálisis dispone el subconsciente, sumergirá al escritor en una pesadilla sin interrupción. Pues bien, con entramados tan arquetípicos, explotados con alta destreza por gentes como Stephen King, Derrickson dura medio tiempo. Aquel en donde resuenan el Blow Up de Antonioni, en el espacio donde lo real impone un verosímil estremecedor. Luego, cuando pervierte lo fantasmático para lograr una carta blanca, la película se transmuta en carne de videoclub poligonero.