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Unidos por el gusto
Título Original: BABETES GAESTEBUD Dirección: Gabriel Axel  Guión: Gabriel Axel; basado en la novela de Karen Blixen Intérpretes: Stéphane Audran, Bodil Kjer, Birgitte Federspiel, Jarl Kulle Nacionalidad: Dinamarca. 1987  Duración:  102 minutos ESTRENO: Noviembre 2012

Han pasado veinticinco años de su estreno. Reconstruyamos su nacimiento. El festín de Babette de Gabriel Axel, llegó cinco años después del adiós oficial de Ingmar Bergman, que como se sabe fue Fanny y Alexander (1982). Luego, en 2007, Bergman filmó la estremecedora y dolorosa agonía llamada Saraband. Pero en 1987 no se sabía. En aquel año lo que parecía evidente era que el cine escandinavo entraba en una nueva etapa menos atormentada, más ligera. En esos mismos días, un oscuro título, El elemento del crimen (1984), de Lars von Trier no era tenido en cuenta por la mayoría de quienes vieron y aplaudieron la película de Axel. Entonces von Trier empezaba.
Ahora sabemos que aquellos eran los felices 80 y que en la mesa bien servida y compuesta del festín de la heroína ideada por Isak Dinesen (Karen Blixen), los aires apocalípticos de La grande bouffe (1973) de Marco Ferreri, se habían tornado en las delicadas y digeribles maneras de un cine de lujo y contención.
Sin duda ganar el Óscar a la mejor película de habla no inglesa, contribuyó a su carrera internacional. Como también aportó un empujón nada irrelevante el hecho de que llegara dos años después de que Memorias de África (1985) de Sydney Pollack con Meryl Streep y Robert Redford ganasen hasta siete Óscar contribuyendo a poner de moda a la notable escritora danesa  Isak Dinesen.  Para su director, un Gabriel Axel que en la actualidad ha cumplido 94 años, el texto de su compatriota guardaba algunas resonancias con su propia vida dado que se mueve en dos escenarios, dos países, por él muy queridos: Francia y Dinamarca. 
Axel, al contrario que la Babette de su filme, nació en Dinamarca pero fue en Francia donde tejió buena parte de su existencia. Así que Axel, un cineasta coetáneo de Bergman, comenzó en 1951, no dudó en adaptar la novela de Dinesen. Escribió el guión y dirigió el filme. Y lo hizo con elegancia, con un preciosismo formal y con un buen pulso narrativo. Consiguió una pieza impoluta, una película amable, fascinante y poderosa. Menos convencional de lo que aparenta y con más mordiente del que se percibe a simple vista. Su recuperación ahora, es una buena oportunidad para degustarla. 

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