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Historia de un falso maestro y una lección de verdad
 
Título Original: MONSIEUR LAZHAR Dirección:  Philippe Falardeau   Guión:  P. Falardeau según la obra de Evelyne de la Chenelière Intérpretes: Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Danielle Proulx y Brigitte Poupart Nacionalidad: Canadá. 2011   Duración: 94 minutos ESTRENO: Mayo 2012

En El general De La Rovere, (1959), Rossellini levanta una emotiva crónica sobre el poder transformador de la impostura. Dicho de otra manera, sobre la capacidad de regeneración del hábito. Rossellini en su filme, protagonizado de manera magistral por Vittorio de Sica, propone que el hábito sí puede hacer monje a quien no lo es. Si se recuerda el argumento, Rossellini narra la historia de un extraperlista en la Roma ocupada por los nazis. Allí, un pícaro embaucador en tiempo de pesadilla se gana la vida engañando a nazis e italianos: se hace llamar coronel Grimaldi y se dedica a sobornar a los invasores para sacar de la cárcel a sus víctimas con el dinero de sus familias. Con los beneficios se lanza al juego y en el juego nunca gana. Detenido por los nazis recibe una propuesta, ir a la cárcel condenado de verdad o ir a la cárcel con la carta de libertad en el bolsillo si se hace pasar por un general antifascista y allí desenmascara a los miembros de la resistencia.
El falso general De La Rovere, a diferencia del falso doble del filme de Kurosawa, Kagemusha, se mete tanto en la piel del personaje que éste acaba por lograr el milagro de una reconversión heroica. En Profesor Lazhar, un filme ubicado en un tiempo y un lugar menos tormentoso que la Italia de los años 40, tambien se perciben sombras de violencia y muerte, pero éstas se ubican fuera de campo, en la lejanía del lugar de origen de Lazhar. Un emigrante de quien el director y guionista, el canadiense Philippe Falardaeu, nunca aclara las dudas que ofrece su relato. Durante muchos minutos, la pregunta ¿quién y qué es en realidad Lazhar? marca un cierto suspense. Al final del filme, poco importa no tener del todo claro si la historia de este refugiado argelino, falso maestro que busca el tratamiento de exiliado político en Canadá, es verdad o no. Lo determinante se (pre)ocupa de otras cosas. Por ejemplo, del tratamiento de la infancia en el mundo occidental más desarrollado y de un sistema educativo hiperespecializado donde el contacto físico por los fantasmas del maltrato infantil y la pederastia hace que todo esté condicionado por el prejuicio, por la corrección política y por una gélida distancia que evita cualquier contacto.
Comparado con algunos filmes franceses recientes como La clase de Laurent Cantet, Ser y tener de Nicolas Philibert y Hoy empieza todo de Bertrand Tavernier, ciertamente Profesor Lazhar comparte con todos ellos ese contexto escolar en el que las relaciones profesores-alumnos y los ecos de un tiempo en transformación se erigen en el centro de su discurso. Sin ahondar en ese juego de analogías y parecidos, se impone el hecho de que en todos los casos Profesor Lazhar se homologa con excelentes obras lo que denota que también es no(ta)ble esta película de cromatismos suaves y gestos hondos. Como en el citado filme de Rossellini, Profesor Lazhar crece sobre la presencia sólida, conmovedora e insustituible de su principal actor. Resulta inconcebible este filme sin la frágil, resbaladiza y ambigua presencia de Mohamed Fellag. A él se confía el director para recibir de su intérprete la verosimilitud que sustenta su conmovedora película de la que debieran aprender todos los cineastas tentados a mostrar la infancia:  hay que huir de los arquetipos de empalago e impostura.
Los niños que se pasean alrededor del Profesor Lazhar desprenden una serenidad y una madurez insólitas. Como insólito es el ojo del huracán que abre el relato: un suicidio terrible en el seno de un espacio donde la muerte nada significa y debería pasar de largo. Y lo que sí rebosa significado es ese gesto final entre dos mundos antagónicos que se funden en un abrazo, aunque la sonrisa de Lazhar dibuje un misterio.

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