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El vengador y la niña buena
Título Original: AJEOSSI Dirección y guión: Lee Jeong-beom Intérpretes: Won Bin, Kim Sae-ron, Kim Hee-won, Song Young-chang, Kim Tae-hoon, Thanayong Wongtrakul y Kim Hyo-seo Nacionalidad: Corea del Sur. 2010 Duración: 119 minutos ESTRENO: Mayo 2011
Todo en en el cine coreano desemboca en el melodrama. Da igual el género, el argumento e incluso la autoría. El melodrama es el mensaje y el masaje. Y como el melodrama se sabe universal, en unos pocos años, el cine coreano se ha apoderado de las carteleras occidentales con mucha más insolencia y éxito que el de cinematografías tradicionales como la japonesa. De ahí que el cine coreano resuelva sus relatos en una inacabable vuelta de tuerca. Cuando el espectador cree que ya ha llegado la hora de dejar de sufrir/sentir, el narrador se saca un nuevo pellizco emocional que pone a prueba su capacidad para ser seducido y el talento del director para alargar la faena. Dicho esto, hay que añadir que, en estos momentos, el cine de Corea del Sur se nutre de espléndidos narradores, de directores que disfrutan con el relato, de maestros de la puesta en escena que han digerido las lecciones del cine de Hollywood al tiempo que se saben de memoria el cine de los grandes autores de Europa. Jeong-beom responde como un reloj a ese paisaje descrito. El hombre sin pasado, filme que arrasó en Corea convertido en el filme de mayor éxito de 2010, cumple con las normas. En esencia su historia no resulta original. El pecado de la imitación en Oriente se percibe como virtud. Lo cuestionable sería no mejorar/superar lo que se copia y Jeong-beom aporta, con respecto a modelos precedentes, una mayor dosis de espectacularidad.
En esencia su relato gira en torno a un miembro de las fuerzas armadas de entrenamiento extremo que, tras un pasado trágico, vive convertido en un prestamista en un barrio periférico. La hija de una vecina, bailarina, toxicómana y delincuente, ve en él, el padre que le falta. Esa pareja imposible se mete en peleas crueles de narcos que se dedican al tráfico de órganos humanos y que utilizan a niños como viveros de material. O sea, una cruel bomba narrativa que asalta al Tarantino de Kill Bill y que sigue las huellas de Park Chan-Wook, aunque sin su destreza. Entre la denuncia y el divertimento, Jeong-beom escoge lo último y eso es lo que hay, acrobacias que desperdician una buena historia. Un personaje, el de la niña, impagable, y un contexto denunciado que pone los pelos de punta.