Viaje al fondo de la condición humana

Titulo Original: JODAEIYE NADER AZ SIMIN Dirección y guión: Asghar FarhadiIntérpretes: Peyman Moaadi, Leila Hatami , Sareh Bayat, Shahab Hosseini y Sarina Farhadi Nacionalidad: Irán. 2011Duración: 123 minutos ESTRENO: Octubre 2011

Se cuenta que Mies van der Rohe afirmaba con fervor que la calidad de un edificio, la constatación de su buena arquitectura, se distinguía por sus esquinas.
Con parecidos argumentos se podría afirmar que la solidez de un filme descansa en la robustez de sus aristas. En esos vértices fundantes, límites en los que se asientan los momentos decisivos de su estructura, se juega un filme la apreciación del espectador. ¿Cuáles son las grandes esquinas de una obra cinematográfica? Fundamentalmente dos. El punto de ignición, el arranque con el que amanece su relato. Y el desenlace. Esa imagen de clausura que cierra lo que, cuando un filme es grande, deja paso a un (re)nacer en el interior de cada lector que ha sabido percibir lo que respira en su caligrafía. Es en la memoria donde las películas perduran. Y es allí donde, al final, se legitiman. Lo otro, su percepción inmediata, no es otra cosa que una relación de sensaciones muchas veces contrapuestas.
Durante la proyección de una película pasan muchas cosas. Curiosidad, aburrimiento, sorpresa, interés, desasosiego, inquietud, irritación,… Sólo al final emerge esa apreciación que la distingue y la conforma y que nunca es la suma lógica de todas las emociones vividas. Porque no es en las partes donde descansa el enigma de su sentido. Lo que da vida a una película es algo más que la suma de sus fragmentos. Todo este rodeo tiene la única función de afirmar la contundencia de este filme rotundo, firme e inatacable. Y es que Asghar Farhadi, director y guionista, ha levantado su hermoso edificio entre dos esquinas que giran en torno a un mismo vacío: la distancia emocional y afectiva que separa a dos cónyuges. La diferencia entre ambos instantes, recorre un infierno de pequeños gestos y de grandes desastres en los que se asiste a una vibrante y honda lección sobre la condición humana.
Nader y Simin, una separación entona una suerte de lamento sobre las cosas cotidianas con escalpelo de corte profundo y con mirada de piedad infinita.
Asghar Farhadi, que con A propósito de Elly, magistral incursión en el machismo cotidiano de la cultura macerada por los hombres de todo país y condición, parecía invocar al Antonioni de La aventura; reitera aquí su poderosa capacidad para asomarse al interior del laberinto emocional.Desprendido del toque cool de su anterior filme, Farhadi cincela con asombrosa facilidad un mosaico de personajes y situaciones que, por su inmediatez y proximidad, se cuelan dentro del espectador. El filme habla del doloroso encaje entre deseos y deberes en el campo de batalla de las relaciones familiares.
Para diseccionar con convicción y verosimilitud su radiografía, Farhadi acude al hacer de unos intérpretes en estado de gracia para descarnar unos personajes arrancados de lo real.El filme supura verdad, por eso mismo nada sabe -ni nada usa- de artificios y trampas. Sus personajes resultan inteligibles, todos son mostrados en sus contradicciones, en sus miserias y grandezas, en sus ambiciones y flaquezas. La cámara no juzga, observa.
Y en ese escrutar con conmiseración se retrata quien los retrata. Y lo que al final se nos revela es la actitud de un cineasta sereno, complejo e inteligente.Un verdadero arquitecto que muestra en este filme todo un tratado reflexivo sobre el comportamiento del individuo, la familia y la sociedad. Y lo hace entre dos planos, entre dos esquinas. Una separación que en su amanecer parece veleidosa y que en su conclusión resulta espantosamente definitiva. Entre medio, una lección inolvidable de cómo los hombres y mujeres somos capaces de complicarnos la vida.
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