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Sombra sobre sombras Título Original: NO TENGAS MIEDO Dirección : Montxo Armendáriz Intérpretes: Michelle Jenner , Lluís Homar, Belén Rueda, Nuria Gago, Rubén Ochandiano, Cristina Plazas y Javier Pereira Nacionalidad: España. 2011 Duración: 89 minutos ESTRENO: Abril 2011
Lo propio de un texto artístico es interrogarse, abrir resquicios y convocar la zozobra para albergar la esperanza de que con ella, y tal vez en ella, pueda entreverse alguna respuesta. Lo contrario es estadística aplicada, manual de instrucciones y, a lo peor, letra hueca sin noticia del sujeto que la habita. Penetrar en el infierno y aspirar a no quemarse es como hablar del incesto y querer marcharse sin la angustia en el alma. Por eso mismo, No tengas miedo provoca eso que su título niega. Narrada en tres tiempos, la infancia, la adolescencia y la juventud de Silvia, la protagonista de esta historia, No tengas miedo cultiva un fruto amargo, indigesto y desagradable. En esencia su espacio narrativo consiste en pegarse a la piel de esa joven que, a lo largo de tres lustros, mantiene una relación perversa con su ¿enfermo? padre. Esa mancha incestuosa la convierte en pura sombra culpable y asustadiza. Armendáriz relata esa tortura con una puesta en escena gélida, con ritmo desfallecido y a través de un verbo de escasa retórica.
Armendáriz acomete su octava película de ficción con un cambio aparente en su caligrafía, aunque permanece fiel a su gesto, aquél que supo definir mejor que nadie no un crítico de cine sino un escritor de heridas; Juan Benet. Historias de pastorcillos decía Benet sobre del cine de Armendáriz. Historias de gentes sencillas, de personajes sin recovecos, ni pliegues, ni honduras.
Ciertamente el autor de Tasio practica un cine de tiralíneas y geometría, de simetrías y contrapesos. Eso le lleva a esbozar personajes que, en su inmensa mayoría, resultan monocromáticos, simples: en este caso una pastorcilla acosada por su propio padre. Cineasta de la concreción y el dato, Montxo Armendáriz acomete su incursión en el pantanoso cenagal del incesto resguardado con la elipsis y escoltado por una serie de declaraciones de personajes -reales y ficcionados- que tratan de rellenar los agujeros que su relato presenta.
La elipsis es la asignatura pendiente del cine español, incapaz de, en nombre del realismo, evitar los tiempos muertos. En manos de Armendáriz hay usos edificantes: la muerte de Paulina en Tasio, por ejemplo. Pero en No tengas miedo, ese recurso se antoja desmedido y encubridor, escamoteador de datos que, sin ellos, convierte a los personajes -sus padres, su novio,…- e incluso a la propia Silvia, en esbozos sin definir. Esta Silvia se sirve cruda. En cuanto a las confesiones de las víctimas de abusos infantiles, éstas adquieren una doble función. De un lado, tender puentes entre los saltos temporales. Del otro, derivar en una suerte de coro trágico en el que resuenan las verdades y los detalles, que los personajes principales callan ocultos por una máscara que evita la emoción y la definición. Esa suerte de verdad objetiva que trata de taponar los silencios de los protagonistas, refuerza esa sensación de que la radiografía del mundo de Silvia carece de subjetividad. Armendáriz combate esa carencia con algunos de sus mejores recursos. Su capacidad para extraer buenas interpretaciones de los niños; con él los niños transmiten más verdad que muchos actores adultos -profesionales o no-, y esa habilidad para la carpintería estructural del guión.
Todo empieza y todo acaba con las miradas entre un padre y su hija. De una a otra pasan tres lustros, un infierno y una película. En ella surgen muchos interrogantes, ¿cómo es esa madre?, ¿quién es ese padre? y ¿por qué pasa lo que pasa? Por eso, la principal pregunta, la que conforma ese gran tabú que atraviesa todo el filme, se desdibuja eclipsada por tanta sombra.