El oscuro principio del fin

´ítulo Original: HARRY POTTER AND THE DEATHLY HALLOWS Dirección: David Yates Guión: Steve Kloves; basado en la novela de J.K. Rowling Intérpretes: Daniel Radcliffe, Rupert Grint, Emma Watson, Ralph Fiennes, Michael Gambon, Bill Nighy y John Hurt Nacionalidad: Reino Unido. 2010 Duración: 148 minutos ESTRENO: Noviembre 2010

Lo que empezó bajo la batuta de un director de Hollywood experto en éxitos infantiles, Chris Columbus, se dispone a concluir bajo las órdenes de David Yates, un disciplinado realizador de series de esa televisión británica tildada de seria y rigurosa. ¿Casualidad? Pura adecuación al proceso vivido a través de los siete libros de J.K. Rowling en torno al proceso de crecimiento y maduración de Harry Potter. A estas alturas a Harry Potter nadie le discute su trabajada parcela en el Olimpo de la literatura infantil, su trono en el reino de la fantasía juvenil y sus dividendos en el imperio de los grandes negocios cinematográficos y literarios. Pero más allá de esos poderes y haberes, tenemos un símbolo emblemático de este tiempo que es el que nos debe ocupar en estas líneas de crítica: esa adolescencia que no crece, ese peterpanismo secular.
El público que se enfrenta a Harry Potter en un cine se divide en dos. A un lado, los lectores, aquellos que saben y conocen todo lo que van a presenciar; al otro, los que acuden al reclamo de la llamada publicitaria. La pregunta que surge es ¿para quién se ha hecho la película? No hay duda: para los primeros, para los que conocen bien y han seguido paso a paso todo aquello que encierra el mágico mundo de Potter, aquí enfrentado al dolor de la existencia con la única ayuda de la amistad.
En un quiebro de usura, los productores han fragmentado en dos partes el séptimo y último libro. No hacía ninguna falta y ese es el mayor problema de esta entrega. Durante muchos minutos, David Yates se ensimisma en un ir y venir hacia ningún lado que ansía profundidad y cosecha la nada. Alargada sin necesidad, lo mejor de Las reliquias de la muerte vive en tres secuencias plenas de vigor e intensidad. Una de ellas, la historia de los tres hermanos, se resuelve con lirismo. Las otras, penetran en esa zona de penumbra en la que se trata de dibujar los tormentos de la adolescencia y las urgencias hormonales. Yates combina emoción con épica y, aunque no puede evitar que la sombra del Golum cruce su paisaje para atar a Rowling con Tolkien, parece el hombre adecuado para culminar sin quebrantos una saga que tiene un mérito descomunal: vende libros y llena cines con ¿la juventud?
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