¿Descanso o derrota?


Título Original: THE LAST AIRBENDER Dirección: M. Night Shyamalan Guión: M. Night Shyamalan; según la serie animada de Michael Dante Intérpretes: Noah Ringer, Nicola Peltz, Jackson Rathbone, Dev Patel, Seychelle Gabriel, Aasif Mandvi y Shaun Toub Nacionalidad: EE.UU. 2010 Duración: 105 minutos ESTRENO: Agosto 2010

El cine, como el alcohol y algunas sustancias tóxicas, puede llegar a arruinar mentes brillantes, voluntades de hierro e incluso hasta fantasías que se creyeron inagotables. Aunque siendo más precisos, no son ni el cine, ni la bebida, ni las drogas la causa del deterioro, sino su excusa. Como tampoco nunca se pierde en el momento en el que cae la toalla, sino mucho antes. Ese antes que marca la gran distancia que separa el M. Night Shyamalan de El protegido, El bosque y La joven del agua del que ahora dirige Airbender, empezó a quebrarse probablemente el día que El sexto sentido se convirtió en un fenómeno mundial. De repente, el apasionado narrador de origen indio que jamás salía de su Filadelfia natal y cuyas historias insinuaban una bizarra misantropía sublimada por la fábula y la imaginación, se había convertido en un cineasta de gran impacto y alto rendimiento.

A partir de ese momento Shyamalan fue observado con desconfianza por cierta crítica perezosa para elaborar un pensamiento propio, por la industria que siempre, como el villano de Cayo Largo, quiere más y por el público de aburridos que acuden a una sala para recibir lo que no saben dar.

En ese panorama, Shyamalan consiguió resistir a su propio éxito hasta elaborar cinco notables propuestas de una naturaleza muy singular. La penúltima, sin contar Airbender; La joven del agua, fue la más descomunal por cuanto de (auto)exposición significaba. También la peor tratada. Tal vez allí agoniza ese momento en el que Shyamalan sintió que todo se venía abajo. En Airbender, una convencional adaptación de una ¿nueva? saga de historias fantásticas, Shyamalan, como el Bruce Willis de El sexto sentido, apenas es un ectoplasma evanescente del gran director que una vez fue. Su talento, extraordinario para desmontar maquillajes hipócritas y dejar al descubierto estremecimientos íntimos, aquí apenas entra en combate. Airbender, cuatro mundos marcados por el aire, el agua, la tierra y el fuego, repleto de convencionales batallas y joviales aventuras, deviene en sus manos en un filme blanco, positivo y amable. Si se trata de una tregua alimenticia, hasta puede verse con simpatía. Si significa una renuncia definitiva, estamos ante un triste adiós.
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