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Crimen y castigo en clave de Kafka
Título Original: RABIA Dirección: Sebastián Cordero Guión: S. Cordero; basado en la novela “Rabia” de Sergio Bizzio Interpretes: Martina García, Gustavo Sánchez Parra, Concha Velasco, Xabier Elorriaga, Icíar Bollaín y Àlex Brendemühl Nacionalidad: España.Colombia 2009 Duración: 96 minutos ESTRENO: Junio 2010
Hay películas que crecen cuando se cuentan en la medida en que menguaron mientras eran vistas. Eso pasa con Rabia, un filme extraño que se la juega en los intersticios. Siempre aparece con un pie en el vacío como si se dispusiera a perderse en la nada. La causa de esa querencia por el extrarradio emana del mismo germen del proyecto; un origen mestizo que mezcla clases sociales, orígenes geográficos, géneros narrativos y distintas conductas éticas. Dirigida por Sebastián Cordero, un cineasta nacido en Quito en1972, y por quien se interesan en Cannes y Sundance, (Ratas, ratones, rateros, 1999, y Crónicas 2004), en Rabia no oculta su querencia de esculpir una encrucijada. Coproducida entre España y Colombia, Cordero fía su suerte a su principal figura, el actor Gustavo Sánchez Parra. Él y su metamorfosis conforman la razón de ser de esta atípica historia.
Si en su primer largometraje, Sebastián Cordero ponía cerco de forma metafórica al mundo de las ratas, aquí de forma literal todo gira en torno a una letal ratonera. Basado en la novela homónima del argentino Sergio Bizzio, Rabia, como su título sugiere, hace referencia a la ira, a esa actitud encolerizada que, a menudo, desemboca en violencia. Su protagonista masculino, una especie de Otelo emigrante en Euskalherria, se muestra como un hombre fácilmente irritable, en especial cuando alguien hace referencia a su bella novia. Esa ira, fruto de su inseguridad, será la causa de un proceso fatal en medio de una galería de personajes retratados desde una distancia que pretende objetividad a cambio de sacrificar precisión, matiz y hondura.
En Rabia se entreteje el suspense con la crónica social; Dostoievski con Kafka, y el desmoronamiento existencial con la fábula de un proceso que describe a un ser humano convertido en rata. A lo largo de este filme encadenado a una mirada escrutadora, se intuye el fascinante relato que habita en su interior y las bellas imágenes que lo sustentan. El reparto, mezcla de actores españoles con latinoamericanos, vence. Lo que no convence es la parsimonia del director y la ausencia de emoción. Por esa causa se percibe la intención y se vislumbra su metonimia pero desconsuela comprobar que esa actitud no transforma el celuloide en vida.