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Dos actores buenos y un niño viejo Título Original: Pájaros de papel Dirección: Emilio Aragón Guión: Fernando Castets y Emilio Aragón Intérpretes: Imanol Arias, Lluís Homar, Roger Princep, Carmen Machi, Fernando Cayo, Diego Martín, Oriol Vila y Luis Varela Nacionalidad: España. 2010 Duración: 125 minutos ESTRENO: Marzo 2010

Emilio Aragón, para su debú como director cinematográfico, sigue la tradición del cine español y se olvida de los consejos de Hitchcock. O sea, encomienda su película a un niño. En el caso de ese cine español de memoria herida y sentimiento raudo: Secretos del corazón, La lengua de las mariposas, Los girasoles ciegos…, el impacto del factor infantil tenía un contrapeso. Los niños hacían de niños. En Pájaros de papel, Roger Princep debe interactuar con Imanol Arias y Lluís Homar en un filme sobre cómicos y guerra civil como si no fuera lo que es, un niño. Su personaje aspira a la excelencia, al histrionismo, a lo prodigioso y ahí reside el alto riesgo de un filme irregular, capaz de convocar momentos espléndidos junto a inoportunos despropósitos. O sea, que empalaga el niño.
Con todo, la mayor rémora descansa en ese constante entrecruzamiento con películas ya hechas y en los ecos de un argumento que, en nuestro contexto, resulta previsible aunque en su interior crezca un poderoso testimonio. Cuando Pájaros de papel cruza la línea de lo sutil para hurgar en el exceso melodramático, Aragón se pierde. Cuando las sombras de Carmela y de Viajes a ningún lado se imponen, su filme preludia el naufragio.
Por contra, cuando Imanol Arias y Lluís Homar dan rienda suelta a los inmensos personajes que les nacen desde dentro, se hace evidente algo que no todo el mundo parece tener tan claro. Que es una pena que Imanol Arias tenga tanto éxito con series televisivas que impiden que uno de los mejores actores españoles de su generación no se enfrente a esos grandes personajes trágicos que esconde en su interior. Y que Homar puede hacer creíble cualquier personaje que se le ponga por delante, por lo que fue una lástima que Almodóvar no supiera reconducir toda la corriente subterránea que fluía en el fondo de Los abrazos rotos. Ellos, Imanol y Lluís, se bastan para sostener un filme en permanente (des)equilibrio que tiene a su favor un buen sentido del ritmo, una música apropiada y media docena de secuencias brillantes. Con ser valioso todo ello, estos Pájaros acusan demasiado ese toque convencional y populista de quien mira al público y ve, sobretodo, el niño que todo adulto conserva en su interior.

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