Hadas buenas, ideas malas

Título Original: DESERT FLOWER Dirección: Sherry Hormann Guión: Sherry Hormann; a partir de la novela autobiográfica de Waris Dirie Intérpretes: Liya Kebede, Sally Hawkins, Timothy Spall, Juliet Stevenson y Craig Parkinson Nacionalidad: Alemania, Austria y Francia. 2009 Duración: 124 minutos ESTRENO: Marzo 2010

En un texto introductorio sobre este filme inspirado en su autobiografía, Waris Dirie, la ex-modelo somalí y ahora embajadora de la ONU contra la ablación, insinúa que en algún momento del proyecto sintió que iba a llegar a discutir con la directora de Flor del desierto, Sherry Hormann. Dirie se aguantó las ganas. Impresionada porque se estaba contando su vida, la mujer que siendo niña se echó al desierto para evitar ser desposada a la fuerza, guardó silencio y ese silencio cultivó una pena. La de presentir que una discusión en el momento oportuno nos hubiera evitado una mala película. Porque conviene decirlo, Flor del desierto como cine en cuanto texto artístico, no sabe (a) nada.
Queda el trasfondo, la validez de su denuncia, ese alegato contra la salvaje circuncisión femenina por la que miles, millones de mujeres de todo el mundo, pero especialmente de África central, sufren la mutilación del clítoris. Pero una cosa es asumir la pertinencia de este alegato y otra, creer que aquí hay una gran historia. Tal vez la haya, pero Horman, cineasta de subrayado tosco, escoge el camino de la epidermis. Rodeada con algunos de los mejores actores británicos vistos con Mike Leigh, nunca sigue el estilo del autor de Dos chicas de hoy. Al contrario. Todo en Flor del desierto abunda en el deseo de narrar lo que Hormann define como “un cuento de hadas”. Cuento… que poco cuenta.
Allí donde Dirie relata la herida femenina que se cobra la vida de cientos de niñas africanas, la directora yanqui residente en Alemania, percibe sobre todo reflejos de una Cenicienta africana que escapó del rigor de una Somalia de cabras y hambre, de masacres y servidumbres para acabar triunfando como modelo de pasarela larga y ropa escasa.
Nada hay mas irritante que ese ejercicio de frívola vanidad por el que alguno/as cineastas creen que basta con hablar de la injusticia para hacer algo importante. Lo mejor que un creador puede hacer por una causa justa es dejarse la piel en lo que toca y respetar el rigor y la verdad. ¿Rigor? Provoca risa floja leer que la actriz que encarna a Dirie, Liya Kebede, pasó una noche vagabundeando por Londres para saber cómo se sintió la verdadera protagonista. Y da pena honda percibir que aquí nada roza algo que pueda desembocar en la autenticidad.
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