Tras la tempestad llega la… miseria
Título Original: AFTER Dirección: Alberto Rodríguez Intérpretes: Guillermo Toledo, Tristán Ulloa, Blanca Romero, Jesús Carroza, Raúl del Pozo, Marta Solaz, Valeria Alonso, Ricardo de Barreiro y Maxi Iglesias Nacionalidad: España. 2009 Duración: 116 minutos ESTRENO: octubre 2009

Antes de avanzar por ese paisaje de miseria y desesperación que se dibuja en esta película, se impone un reconocimiento. En After hay, fundamentalmente, tres actores de peso. Dos de ellos, Tristán Ulloa y Blanca Romero, rozan la perfección. El tercero, Guillermo Toledo, la mejora. Su composición de un ejecutivo de Recursos Humanos que pasea su patetismo por un mundo de drogas, sexo y descontrol es merecedora de figurar en la antología de esos momentos imborrables que sólo actores como Fernando Fernán Gómez, Fernando Rey, Pepe Isbert y José Luis Gómez alcanzaron en sus momentos de mayor lucidez. GuillermoToledo mezcla la rabia y la impotencia, la lucidez y el rigor. Sólo por él, ya merece la pena disfrutar con After.
Claro que disfrutar, disfrutar, si por ello se entiende gozar, divertirse, alegrarse o cualquier otro de los sinónimos que se utilizan para precisar su significado, no es lo que nos aguarda en el interior de esta radiografía de óxido y vacío revelada por tres personajes a la deriva. ¿La razón?
Detrás de After hay un maestro de ceremonias, un cineasta andaluz que debutó en compañía de Santi Amodeo con un filme de aromas indies y pinceladas extrafalarias pero sin duda tan inteligentes como precisas, su título: El factor Pilgrim. Poco después su debú en solitario con El traje armaba un filme bienincencionado pero algo lastrado por esa tendencia caritativa de cierto cine español que cree en la ética cristiana aunque reniegue de la estética del catolicismo. Son estigmas que, como la cicatriz de las vacunas, nunca se borran del todo.
Y hablando de esa Roma vaticana y milagrera, para su segunda película, titulada Siete virgenes, Alberto Rodríguez daba noticia de ser uno de esos cineastas que no acaparan portadas pero que huelen a cine. Había buen material en aquel filme protagonizado por Juan José Ballesta hecho de filigrana empeñada en engarzar lo real con lo mágico. Pero todavía hay mucho más cine es esta historia con la que Alberto Rodríguez establece una paradoja curiosa. A medida que sus relatos han perdido blandura, conforme sus personajes se encienden para mostrar hendiduras amargas, sus relatos mejoran, se hacen más poderosos.
Se trata de una evolución adulta y sin concesiones. En cada nueva película, el cine de Rodríguez se oscurece un poco más, su voluntad de cronista cede paso a la luz negra de un ensayista que retrata a su generación desde la distancia y sin moralismos. Ninguno de los protagonistas de After merece simpatía alguna. Ese padre al que su pequeño hijo siente abducido, esa mujer malquerida que ahoga su frustración contra un perro robado y moribundo o ese ejecutivo despreciado y despreciable, no son compañeros de viaje para recomendar. Rondan los cuarenta pero su billete de viaje llega a su fin. Están casi muertos, aunque vivan otros cuarenta años. De ahí que su desbrujulamiento provoque escalofríos. De ahí que esa noche salvaje se sitúe en las antípodas de la dibujada por Scorsese. Aquí no hay redención ni aventura, tan sólo un ciego morrocotudo y un calentón mal atendido.
After levanta el vuelo allí donde Mentiras y gordas se hundía en el cenagal de lo gratuito. Aquí no hay complacencia adolescente carne de ministerio sino sangre de narrador puro. Sangre que preludia una derrota moral acolchada por un poder adquisitivo capaz de fundir el sueldo del mes de un emigrante en una noche de coca y delirio. De modo que el hipotético ménage a trois que sugiere su trío protagonista se congela en la frustración de una edad de hielo de un país y un tiempo al que After retrata con un sólido guión y un brillante reparto.
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