De manera más o menos implícita, en «El consentimiento» se cuece a fuego lento la cara oculta de «La bella y la bestia». Lejos del filtro disneydiano de rosas simbólicas y príncipes encantados, lo que nutre a «El consentimiento» sabe de las cicatrices de lo real.
Recibida con arrebatadas muestras de complicidad por su ¿militancia? «queer», «Sangre en los labios», guste más o guste menos, legitima la singularidad de Rose Glass como directora poseedora de un universo insólito y fascinante.
Ambientada en los años 20, en la ciudad costera de Littlehampton (Inglaterra), y con destellos de aquel cine coral europeo que se practicó cuando la pesadilla del holocausto nazi se diluía en el fondo del pantano de la Historia, «Pequeñas cartas indiscretas» amaga con asomarse al paisaje retratado por las «comedias Ealing».
Levantada sobre los ecos de la novela de Sylvain Tesson, reconstruida a partir de una experiencia personal llevada a la letra impresa, las identidades de Tesson, el escritor, y Jean Dujardin, el actor que en algún modo lo representa, se (con)funden en un retrato de rosas y espinas.
Que Xavier Legrand posee un instinto cinematográfico de muchos quilates parece incuestionable. Que ha decidido hacer de su filmografía un paseo por los monstruos de hoy, con especial atención a la paternidad y sus terrores y temores, también.
Nick Winton murió hace 9 años. Había cumplido 106 y su punto vertebral, ese que convierte una vida discreta en algo extraordinario, aconteció en 1939, cuando Hitler se disponía a invadir Checoslovaquia.
Dos horas y media se toma Bertrand Bonello (Niza,1968) para recorrer un texto narrativo que comprime ese período cronológico que va del París inundado de 1910, al futuro sin espacio de 2044; un «no lugar» de croma y vacío dominado por la Inteligencia Artificial y en el que la vida humana se desvanece.
«Pero necesitáis tener fe», esas son las últimas palabras que ponen punto final a «Club Zero», un filme gélido e inquietante ante el que no caben posiciones intermedias.
Al concluir las casi dos horas de «El caso Goldman», se impone el regusto amargo de percibir lo mucho que ha cambiado la sociedad francesa y europea en estas últimas décadas.
Aunque los hechos que acontecen en «How to have sex» los vivió su narradora en la España turística de ahogos etílicos y desahogos sexuales, tierra quemada de desfogue e iniciación a la que se entregan los adolescentes británicos (y no británicos) con oceánica sed de todo; la guionista y directora Molly Manning Walker, decidió ubicar la neblina de sus recuerdos en Malia.