A la nouvelle vague no le gustaba Claude Lelouch. Ahora, cuando de aquel proyecto apenas sobrevive el hechicero mayor, Jean Luc Godard, a quien Agnes Varda calificó de rata, el tiempo ratifica sus opinión. Y además se han librado de ver lo peor de Lelouch. Si el Lelouch que hace 53 años filmó “Un hombre y una mujer” con sus “dabadabada” y eso sí, la sensualidad desbordada de Anouk Aimée y Trintignant, les parecía cursi; el que ahora sostiene “Los años más bellos de una vida” los habría aniquilado.

Pese a que no le faltaba razón a Hitchcock sobre lo complicado que resulta trabajar con niños, la segunda parte de “It”, la que narra el tiempo de la adultez de sus protagonistas, resulta menos interesante que la primera. Aclaremos el tema para quien no lo conozca. “It” fue presentada por su autor, el especialista en “best seller” de terror, Stephen King, en 1986. Su primera edición en castellano, aparecida un año después, ocupaba más de 1.500 páginas que fueron devoradas por miles de entusiastas atrapados en ese mezcla de cuento iniciático de amistad juvenil y relato gótico con payaso que horripila.

En el comienzo fue “Toy Story”. Y “Toy Story” surgió como la pieza angular sobre la que nació y creció el fenómeno Pixar. Desde ese mismo momento, 19 de noviembre de 1995, los Pixar Animation Studios se han revelado como la marca de referencia del mundo de la animación. Pixar salvó a Disney. De hecho, Disney es (de) Pixar. De derecho, lo que fue Walt Disney para las décadas de los 40 a los 70, lo está siendo John Lasseter, desde hace ya 25 años, para el mundo del siglo XXI.

Diez años y más de veinte largometrajes después, la máquina de alta precisión e infinitas ganancias de la Marvel desemboca en su sublimación, en la apoteosis, en la madre de todas las batallas y el cambio de paradigma.
Como subraya su título, “Endgame”, estamos ante un final de ciclo, una clausura de era cuyos detalles deben ser silenciados con precaución porque, en los últimos tiempos, se ha desatado una infantil obsesión enfermiza contra los llamados spoilers.

Ante la presentación de “Creed I” se hacía evidente la plasmación del paso del tiempo. Era la séptima entrega de la llamemos saga “Rocky”. Habían pasado cuarenta años desde que se empezó a filmar la historia de un boxeador de serie B al que una oportunidad le colocó en la cima del mundo pugilístico.

En “Glass” se asiste a un fenómeno singular. Con “Glass” se cierra una trilogía cuya gestación no ha seguido los cauces habituales. Entre las notables, hay trilogías pergeñadas desde el primer día del rodaje, por ejemplo, “El señor de los anillos”; y trilogías concebidas por el éxito de cada un de sus entregas, “Toy Story” (aunque ahora es ya tetralogía).

En la misma semana que se produce el estreno estatal de “Entre dos aguas”, Isaki Lacuesta protagoniza en el Centro George Pompidou de París una retrospectiva de su trabajo. Se recuerda que el templo del arte contemporáneo francés rara vez se ha abierto al reconocimiento de un artista nacido en este lado de los Pirineos. Y al mismo tiempo que Lacuesta protagonizaba la parrilla cinematográfica parisina, TVE estrenó su anterior película; un disparate humorístico que ni hizo reir al público ni supo contentar a sus productores, porque fue un fiasco total.