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“Tin y Tina” nace de un cortometraje que ahora dura casi dos horas. Y nace bien. Con un guión meditado y personal, nada que ver con ese cine de consenso festivalero que se mueve entre la anorexia y el onanismo. Rubin Stein introduce en su primer largo alto voltaje. Sin duda “Tin y Tina” merece un pormenorizado estudio y que, dada la humildad de su presupuesto, corre el riesgo de pasar inadvertido.