Antes de llegar al título de “Rojo”, la película de Benjamín Naishtat ofrece un prólogo, aparentemente sin sentido, pero que jugará un papel más funcional que relevante a la mitad del metraje. Se nos informa de que estamos en la Argentina de 1975. En ese preámbulo, en plano fijo, clavado como los escenarios de Bill Viola, vemos salir de una vivienda a una serie de personajes. Algunos llevan enseres en sus manos. Unos van hacia la derecha, otros, justo al lado contrario.

El panorama que dibuja “El reino” de Rodrigo Sorogoyen está más cerca de los infiernos que de los cielos. Es la suya, una radiografía a la España de la corrupción. Una caricatura al tiempo inmediato. Aunque quepa decir que aquí todo es pura ficción, sabemos que es representación imaginaria que proviene de un espejo rebosante de destellos de verdad. Despedida en el pase de prensa con una sonora ovación, hay motivos suficientes para ello.

A priori, tras haber digerido en los últimos años las incursiones de Guy Ritchie con un Sherlock Holmes protagonizado por Robert Downey Jr y con Jude Law como el doctor Watson, una anfetamínica adaptación que pone al célebre detective en un estado febril contenido por el opio y la adrenalina, cabía pensar que podría ser esa la dirección que tomaría Branagh.