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Cuando Robert Bresson convirtió la esencia de “El idiota” de Fiodor Dostoyevski en “Al azar de Baltasar”, estaba filmando una de esas extraordinarias e inolvidables películas cuya huella permanece indeleble para aquellos que la han visto. Eso aconteció en 1966, cuando Jerzy Skolimowski (1938) estaba dirigiendo con urgencia juvenil una serie de obras de carácter biográfico.