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Los Smith juegan a hacer cine
Título Original: ONE THOUSAN A.E. Dirección: M. Night Shyamalan Guión: M. Night Shyamalan y Gary Whitta; basado en un argumento de Will Smith Intérpretes: Will Smith, Jaden Smith, Sophie Okonedo y Zoe Isabella Kravitz Nacionalidad: EE.UU. 2013 Duración: 100 minutos ESTRENO: Julio 2013
Hay detalles que son una declaración de intenciones y evidencias que no dejan ni una sombra de duda. Ver los anuncios de After Earth y constatar que en ellos no hay rastro de su director y coguionista, M. Night Shyamalan, provoca extrañeza. Se crea más o menos en la prosa del director de origen hindú siempre aferrado a su ciudad natal, Filadelfia, Shyamalan ha labrado algunos de los títulos del cine fantástico más relevantes de las dos últimas décadas. Sin embargo, el autor de El sexto sentido, El protegido, Señales, La joven del agua y El incidente aquí aparece como un asalariado de los Smith. Triste destino para quien fue saludado como el nuevo maestro del misterio.
De hecho, After Earth puede ser entendida como el regalo que Will Smith hace a su hijo Jaden en un ejercicio que quiere significar una especie de alternativa. Ideada por el Príncipe de Bel Air para el lucimiento de su delfín, Shyamalan coescribió y dirigió esta aventura futurista de la que tan solo se recordará algún pequeño detalle, algunos destellos visuales, lejos, muy lejos del escalofrío que llegaba a provocar el suicidio colectivo de su anterior película.
Will Smith ha querido mostrar en la pantalla lo que sueña con hacer en la vida real; ceder el testigo a su descendiente. Así que de manera literal, como un proceso iniciático, After Earth crece en torno a una situación paradigmática. La presunta falta de armonía entre un padre y su hijo adolescente, deja de ser tal cuando un accidente coloca a ambos en el extremo de perder sus vidas. Herido el padre, incapacitado para asumir su tarea, será el hijo quien deba enfrentarse a la idea- fundamento que arma todo el filme: el peligro es real, el miedo una opción. Dicho y hecho. En una tierra a la que la humanidad había destruido, ambos emprenden y aprenden a asumirse respectivamente. Un monstruo sin personalidad y una dirección plana anuncia a los cuatro vientos que Shyamalan no tiene ningún interés en esta fábula blanda. Al contrario, basta con recordar el saludo final que el padre da a su hijo para comprender la desgana e incluso el desprecio con el que Shyamalan, un director que hizo de la neurosis y la misantropía instrumentos de creación, encuentra en el abrazo paterno-filial solo motivos para bostezar.