El contraste circula por las venas de Kim Nguyen. Su ADN proviene de paises muy distantes entre sí. Hijo de padre vietnamita y madre canadiense perteneciente a la zona francesa, Nguyen nació en Quebec y como buen canadiense ha crecido en un contexto ecuménico, mestizo, respetuoso con las diferencias y conmovido por la fatalidad de la condición humana. Filmó su primer cortometraje con el comienzo del siglo XXI. En doce años ha concluido cuatro largometrajes Le Marais (2002), Truffe (2008), La Cité (2010) y esta bruja de la guerra filmada en el Congo y con la que ha conseguido penetrar en el olimpo de una exquisita industria donde hay nombres tan singulares como Vincenzo Natali, Denis Villeneuve , Atom Egoyan, Guy Maddin y, sobre todo, David Cronemberg.
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La ley en la selva
Título Original: WAR WITCH Dirección y guión: Kim Nguyen Intérpretes: Rachel Mwanza, Alain Bastien, Serge Kanyinda, Ralph Prosper, Mizinga Mwinga, Jean Kabuya y Jupiter Bokondji Nacionalidad: Canadá. 2012 Duración: 90 minutos ESTRENO: Mayo 2013
Con esos referentes, cuando el espectador medianamente informado se enfrenta al quiebro argumental que convierte este Rebelde hecho de una crónica realista en un cabo de fronteras inprecisas que se abisma hacia el fantástico, se sorprende relativamente. De hecho, la manera en la que Nguyen da paso al arabesco del extrañamiento se percibe como un injerto de la epopeya africana del Isaki Lacuesta de Los pasos dobles, combinado con la pesadilla colonial de la Claire Dennis de Una mujer en África. En Rebelde, Nguyen se conduce como los dos cineastas citados, bajo el espejismo que provoca en el turista accidental la fisicidad del África negra. Lo insólito, por no conocido, deriva hacia lo inexplicable y de ahí hacia lo fantasmal; una aspiración que en manos de Apichatpong Weerasethakul ha alcanzado una excelencia que fascina a unos casi tanto como irrita a quienes ansían abrochar todo a la realidad.
Hay que decir de entrada, que Nguyen no sobrevuela por los arrecifes metafísicos del cineasta tailandés; de hecho, queda tan lejos de él como lo está de la reflexión política y social Claire Dennis. Probablemente, la figura más cercana sea la de Isaki Lacuesta. No por la obviedad de que ambos se ven atraídos por la comunidad albina en el corazón del continente africano. Sino porque esa suerte de contraste sirve para abrir aún más la brecha que separa la realidad de los paises del bienestar de una tierra donde el machete siega la vida. Un machete movido por la ambición de traficar con diamantes y coltán al servicio de especuladores de Europa, Asia y América. En ese cultivo, el destino, la suerte y el sueño conforman el trípode necesario para afrontar lo ignoto. Un memento mori indisoluble y reflejo de un memento vitae que le da sentido.
En Rebelde lo desconocido atiende a la inaceptable cuestión de los niños de la guerra. Lo que Rebelde descubre se presenta bajo el formato de la confesión de una joven embarazada que decide contarle al hijo nonato su vida. Una epopeya atravesada por el convulso escenario de una vida en guerra. Komana, la niña que será madre, le relata a su futuro hijo, y relata al espectador, la epopeya de su vida. Y lo que cuenta es una historia demasiado común. Secuestrada por unos señores de la guerra, convertida en soldado, transformada en asesina, tocada por las visiones y el azar hasta convertirse en bruja de la guerra, fetiche y tótem, concubina y talismán, el filme de Nguyen teje una desoladora aventura que se desarrolla como un río torrencial. A veces su curso se hace solemne y luminoso; otras veces cruza espacios marcados por la rabia y el sobresalto. En todos los registros los actores, en especial la joven Mwanza, se comportan con una presencia que se sale de los márgenes del cuadro. El resultado es notable, en especial por el acierto de buscar en los pliegues de lo irracional un antídoto ante la sinrazón de la violencia.