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La histeria del pseudointelecto
Título Original: 2 DAYS IN NEW YORK Dirección: Julie Delpy Guión: Julie Delpy y Alexia Landeau, a partir de los personajes creados por Julie Delpy Intérpretes: Julie Delpy, Chris Rock, Albert Delpy, Alexia Landeau, Alex Nahon, Dylan Baker y Kate Burton Nacionalidad: Francia, Alemania, Bélgica. 2012 Duración: 96 minutos ESTRENO: Febrero 2013
En Dos días en Nueva York todo huele a fraude, incluso el título. Obviamente su autora, Julie Delpy, trata de arrimarse a pasadas y gratuitamente aplaudidas experiencias como fue Dos días en París. Rodeada de una cierta aureola ganada por haber trabajado con cineastas como Godard, Carax, Kieslowski, Linklater, Tavernier y Jarmusch, entre otros, su caso demuestra que si la hermosura no se pega, menos lo hace el talento. De hecho, en su cine no hay ni el más mínimo rastro de todos esos cineastas que confiaron en su carisma como actriz. De todos ellos, tal vez sea la de Linklater la influencia más perceptible, aunque compararle con él sea una grosería como las muchas que sus personajes destilan sin gracia ni interés.
Y el resultado deviene en ofensivo porque Delpy, que ha afirmado que su comedia sentimental neoyorquina trata de combatir la banalidad del cine americano protagonizado por veteranas actrices cuyos personajes deambulan en plena zozobra, consigue lo contrario de lo que se propone. A su lado, el personaje que ella misma interpreta, una artista francesa que busca el éxito en Nueva York, divorciada y con un niño, que comparte su vida con un locutor de radio, afroamericano, divorciado y con una hija, supura histeria, insustancialidad, histrionismo y una insoportable ausencia de ritmo.
El filme de Delpy dignifica los peores trabajos que cualquier actriz norteamericana desde Meg Ryan a Julia Roberts, de Renée Zellweger a Sandra Bullock, haya podido hacer. Si lo que Delpy pretendía con la arrogancia del intelectual de salón era evidenciar madurez e inteligencia, no lo ha conseguido. Ya desbarraba en su anterior filme, Skylab, presentado en el Zinemaldi. Aquella crónica familiar con ecos aurobiográficos que en sus mejores momentos lograba una frescura aprehendida de Renoir, aquí desaparece por completo. En algunas fases, Delpy parece un mal Ozores posmoderno. Su filme, una mirada a la familia interracial, moderna y liberal, nada ahonda en lo primero y nada sabe de lo segundo y lo tercero. Confeccionada a fuerza de engarzar chistes sobre un candidato a cuñado gorrón, una hermana bruja que se pasea en cueros y un padre sátiro y glotón, poco ingenio se puede convocar con tan patéticos elementos.