El amor y la tristeza

Título Original: POULET AUX PRUNES Dirección y guión:   Marjana Satrapi y Vincent Paronnaud   Intérpretes: Mathieu Amalric, Isabella Rossellini, Edouard Baer, Maria de Medeiros, Golshifteh Farahani, Eric Caravaca  y Chiara Mastroianni Nacionalidad: Francia. Alemania. Bélgica. 2011   Duración:  90 minutos ESTRENO: Agosto 2012

Sobrevalorada por la oportunidad política de su denuncia, Persépolis significó el afortunado debú cinematográfico de Marjana Satrapi, una profesional de la novela gráfica que con su primer filme, codirigido como éste, con Vincent Paronnaud, supo adaptar en 24 imágenes por segundo lo que primero había sido una historia de papel. Era su propia biografía. En ella, con un estilo directo, irónico y sencillo, Satrapi describía la evolución de Irán desde la caída del Sha hasta las últimas manifestaciones fundamentalistas. Tanto en la novela gráfica como en la película realizada en dibujos animados, la propia Satrapi aparecía como protagonista. Primero como niña, en una ciudad, Teherán, zarandeada por las crisis políticas, por el espíritu reformista y democrático de sus padres y por las zancadillas dictatoriales de un país a la deriva víctima de su riqueza interior y de su propia Historia. En la segunda parte, el personaje se convertía en una joven estudiante exiliada en París.
Como Persépolis, Pollo con ciruelas fue tebeo antes que cine. Y como su filme precedente, sus propias recuerdos, aquí más ficcionados y al servicio de una estructura narrativa más compleja nutren su contenido argumental. La gran diferencia estriba en que Pollo con ciruelas ha sido interpretada por actores, algunos muy conocidos, en lo que también significa una declaración de admiración e interés por parte de Satrapi. Una narradora vocacional que confesaba su querencia por el cine clásico y que en su segundo filme ofrece apuntes de notable interés. Entre otros, una habilidad heredada de los recursos del mundo del dibujo para ventilar los estrechos pasillos del romance convencional con la luz de la fantasía. En Pollo con ciruelas, lo más notable surge de esa combinación entre lo onírico y lo real y entre Oriente y Occidente. Ese cruce de arabescos y líneas rectas conforman un filme extraño donde resuena su propio origen iraní pero en el que también se impone una lectura atemporal de geografías imprecisas. Una bella aventura sobre el primer amor, la historia inmortal de un músico triste aferrado a una verdad arrebatada. En el fondo, Satrapi en Pollo con ciruelas nos sirve de nuevo el dolor persa y la orfandad de quien se sabe extraño en la tierra que habita.
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