Cuento para adultos que ya no cuentan 
Título Original: MOONRISE KINGDOM Dirección:  Wes Anderson Guión:  Wes Anderson y Roman Coppola  Intérpretes: Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Tilda Swinton, Frances McDormand, Kara Hayward y  Jared Gilman  Nacionalidad: EE.UU. 2012   Duración: 95 minutos ESTRENO: Junio 2012
La primera noticia que tuve del cine de Wes Anderson tuvo lugar en Manhattan, en un cine popular cercano al Linconl Centre, durante el verano de 1998.  Rudolph Giuliani, el alcalde de Nueva York, daba los últimos toques de maquillaje a la transformación de su ciudad. Aquella zona que años antes había sido el centro de la prostitución y el narcotráfico, “malas calles” al decir de Scorsese, se estaba convirtiendo en una variante metropolitana de Disneylandia. De hecho, el complejo de multisalas acogía una mezcla inclasificable de cine familiar y películas indies. La de Anderson, Rushmore (1998), navegaba entre esas dos aguas. Al menos en aquella sala. Allí se daba cita un público numeroso y vociferante, mezcla de niños y adultos. La mayoría era de origen afroamericano. Y todos reían ostensiblemente aquel humor de inequívoco sabor yanqui. Reían a carcajadas.
Cuando se estrenó su segundo filme, (Los Tenenbaums (2001), Giuliani, un edil de hierro con más redaños que sensibilidad e inteligencia, se había convertido en leyenda. Nueva York temblaba con el miedo de Bin Laden en las entrañas. Y lo que Los Tenenbaums significaba y Anderson representaba, a raíz de aquel 11 de septiembre, inició un viraje hacia la fantasía. Sin perder los rasgos constitutivos de su universo, Wes Anderson progresivamente abandonó la crónica caricaturesca por el cuento estrafalario. Empeñado como otros cineastas de su generación en reinventar la comedia americana, el autor de The Life Aquatic with Steve Zissou (2004), un exponente arquetípico del cine del metalenguaje y la posmodernidad, se empeña ahora en formular los cuentos del siglo XXI, ese tipo de relato (re)nacido para conciliar la realidad con los deseos, la evasión con el icono y la pedagogía con la crítica. Así, paso a paso, el cine de Anderson, tiznado con el cromatismo de los hermanos Coen, la iconoclasia pedante de Spike Jonze y la facilidad desarmante de Alexander Payne, se ha ido depurando hasta desembocar en Moonrise Kingdom; su mejor película. Y decir eso, es significar mucho porque su anterior trabajo, una inmersión libre a 3.000 metros de profundidad del cine convencional titulada Fantastic Mr. Fox (2009) es una obra cumbre del cine de la última década.
Con tan magnífico precedente, todo en Moonrise Kingdom se baña con el delirio de la luna; todo es plata y sueño, todo es orfebrería de lutier. Y ese todo ocupa desde un casting en el que Anderson no se limita a escoger a un puñado de cualificadísimos profesionales sino que, al escogerlos, incorpora en su filme a sus más desenfrenados personajes alumbrados en decenas de películas. Juntar a Bruce Willis, un policía triste, con Edwad Norton, una especie de Peter Pan scout; invitar a Bill Murray para convertirlo en el marido engañado de Francis McDormand y darle el papel de asistente social a Tilda Swinton, solo puede percibirse como una declaración de intenciones llena de infinitos pliegues por explorar.
Vital propuesta para una película cuya banda sonora apabulla por su pulso y cuya puesta en escena  hace de Anderson el Aki Kaürismaki de América. Como el autor de Nubes pasajeras, Anderson alcanza la plenitud de su cine en la historia de un amor adolescente en donde la necesidad de los cuentos y la aventura imponen una emocionante lectura. La de creer que el cine todavía puede conmover, conmocionar, sorprender y emblematizar dos fundamentos casi olvidados: la piedad y la esperanza. Se ha dicho antes, Anderson ha decidido que en un mundo tan abisal como éste, se hace necesario, como en el Kaürismaki de Le Havre,  mostrar, no lo que hay, sino lo que perderemos si no cambiamos de marcha.
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