Nuestra puntuación
El desmoronamiento del imperio bursátilTítulo Original: MARGIN CALL Dirección y guión: J.C. Chandor Intérpretes: Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons, Zachary Quinto, Penn Badgley, Demi Moore, Mary McDonnell y Stanley Tucci Nacionalidad: EE.UU. 2011 Duración: 109 minutos ESTRENO: Octubre 2011
Para debutar como director, J.C.Chandor se ha refugiado en un escenario familiar aprehendido del trabajo de su padre. Ese paisaje que Margin Call (re)construye habla de la crisis económica que azota al mundo entrelazando paises y culturas ahora fundidos en la doble acepción del término, o sea mezclados y abatidos, por su obsesión por el dinero. Chandor, que evidentemente sabe de lo que habla, ha evitado dar nombres propios. Pero su abstracción sobre el origen de la actual debacle económica no impide que el espectador avisado reconozca y apellide correctamente los referentes. Al mismo tiempo sabrá ver en este filme un inteligente tratado sobre la deriva desnortada no ya y solo de los mercenarios de Wall Street, sino del ser humano occidental del siglo XXI.
Preguntado por su trabajo en Margin Call, algo así como el margen de garantía, ese límite de riesgo que los especuladores financieros jamás debieron traspasar, Chandor afirmaba con conocimiento de causa que su filme podía ser visto como un thriller pero que en su núcleo fundante descansa una tragedia. Así es. Margin Call (de)muestra el camino del hundimiento primero y permite imaginar lo que luego serían sus ruinas. Aunque, visto lo visto, más que de ruinas, habría que hablar de reliquias, con un guiño a Chesterton. Reliquias porque, aún inservibles y sin capacidad de renacer, no se vislumbra en el horizonte un sistema que reemplace este capitalismo ahora derrumbado.
De ese modo, Margin Call, cuyo relato es desgranado por Chandor con carpintería de suspense y atrezzo de melodrama, asume las formas de las reflexiones de Shakespeare y, en algún modo, aspira y respira la disposición épica de un Macbeth del tercer milenio. Aquí, como en la prosa del autor de Hamlet, un microcosmos deviene en fábula de un país, un tiempo y una (falta de) ética. Los protagonistas de esta pieza coral pertenecen a las diferentes categorías y escalafones de la nueva monarquía en la que el poder del ADN cede su sitio a la voz de mando del dinero. Quien más posee es quien reina y en esa jerarquía los peones caen, los lugartenientes pagan pero la aristocracia, plutocracia, siempre sale indemne aunque esa salvación suponga la pobreza del mundo. Para explicar esto, Chandor aplica a su filme parecida estrategia a la que Per Fly utilizó para su trilogía sobre la sociedad contemporánea. Y por ello se impone la certeza de que Margin Call guarda semejanzas ambientales con La herencia. Aquí como allí, una suerte de funesta solemnidad minimalista barniza las aristas del relato. Chandor lo deja claro desde la línea de salida. Su Margin Call comienza con una escaramuza, la que lleva al despido a un grupo de brokers arrojados de la empresa, escoltados como perros, echados sin la más mínima consideración. No hay duda. En esta guerra no se hacen prisioneros.
Lo que viene a continuación, se desprende de su inicio. En un mundo sin piedad para sus leales guerreros, los civiles no merecen ningún respeto. De hecho, la mayor controversia que ha surgido en torno a este filme es que las víctimas de la hecatombe bursátil de Wall Street, nosotros, ni siquiera aparecen como telón de fondo. En su lugar, los representantes de una casta deshumanizada que se pregunta una y otra vez no por el ser sino por el tener y el cobrar, se pasean por el celuloide de la mano de un reparto estelar. Chandor ha reunido un casting al estilo de los viejos filmes de catástrofes. Y es que Margin Call es un rotundo, brillante e inteligente filme que pone al día y de otro modo, la ruina de un coloso cuyas llamas no son de fuego sino de falta de liquidez, de ausencia de humanidad, de exceso de avaricia, estulticia y ambición
Preguntado por su trabajo en Margin Call, algo así como el margen de garantía, ese límite de riesgo que los especuladores financieros jamás debieron traspasar, Chandor afirmaba con conocimiento de causa que su filme podía ser visto como un thriller pero que en su núcleo fundante descansa una tragedia. Así es. Margin Call (de)muestra el camino del hundimiento primero y permite imaginar lo que luego serían sus ruinas. Aunque, visto lo visto, más que de ruinas, habría que hablar de reliquias, con un guiño a Chesterton. Reliquias porque, aún inservibles y sin capacidad de renacer, no se vislumbra en el horizonte un sistema que reemplace este capitalismo ahora derrumbado.
De ese modo, Margin Call, cuyo relato es desgranado por Chandor con carpintería de suspense y atrezzo de melodrama, asume las formas de las reflexiones de Shakespeare y, en algún modo, aspira y respira la disposición épica de un Macbeth del tercer milenio. Aquí, como en la prosa del autor de Hamlet, un microcosmos deviene en fábula de un país, un tiempo y una (falta de) ética. Los protagonistas de esta pieza coral pertenecen a las diferentes categorías y escalafones de la nueva monarquía en la que el poder del ADN cede su sitio a la voz de mando del dinero. Quien más posee es quien reina y en esa jerarquía los peones caen, los lugartenientes pagan pero la aristocracia, plutocracia, siempre sale indemne aunque esa salvación suponga la pobreza del mundo. Para explicar esto, Chandor aplica a su filme parecida estrategia a la que Per Fly utilizó para su trilogía sobre la sociedad contemporánea. Y por ello se impone la certeza de que Margin Call guarda semejanzas ambientales con La herencia. Aquí como allí, una suerte de funesta solemnidad minimalista barniza las aristas del relato. Chandor lo deja claro desde la línea de salida. Su Margin Call comienza con una escaramuza, la que lleva al despido a un grupo de brokers arrojados de la empresa, escoltados como perros, echados sin la más mínima consideración. No hay duda. En esta guerra no se hacen prisioneros.
Lo que viene a continuación, se desprende de su inicio. En un mundo sin piedad para sus leales guerreros, los civiles no merecen ningún respeto. De hecho, la mayor controversia que ha surgido en torno a este filme es que las víctimas de la hecatombe bursátil de Wall Street, nosotros, ni siquiera aparecen como telón de fondo. En su lugar, los representantes de una casta deshumanizada que se pregunta una y otra vez no por el ser sino por el tener y el cobrar, se pasean por el celuloide de la mano de un reparto estelar. Chandor ha reunido un casting al estilo de los viejos filmes de catástrofes. Y es que Margin Call es un rotundo, brillante e inteligente filme que pone al día y de otro modo, la ruina de un coloso cuyas llamas no son de fuego sino de falta de liquidez, de ausencia de humanidad, de exceso de avaricia, estulticia y ambición