Laberinto emocionalTítulo Original: VALERIA DESCALZA Dirección: Ernesto del Río Guion: Luis Aguiraun y Xenia Rivery Intérpretes: Aitor Mazo, Maiken Beitia, Gabriela Griffith, Rubén Breña y Giselda Calero Nacionalidad: España. Cuba. 2011 Duración: 101 minutos ESTRENO: Julio 2011

Hay en la desnudez de los pies de Valeria una mirada detenida en un tiempo sin calendario. En Valeria descalza, su director despliega un acto de fe en el espectador; una confianza plena que consiste e insiste en pedirle al público que rellene los huecos, los silencios y las elipsis de una historia romántica sin amor. O dicho de otro modo, de un relato desgranado desde una herida adulta que sabe de la fragilidad y fugacidad de los sentimientos. De esos quereres que terminan pronto aunque perduran para siempre es de lo que habla, entre otras cosas, la última película de Ernesto del Río, una suerte de francotirador en una industria demasiado aferrada al cine (pre)establecido.
Rodada entre Bilbao y Cuba, Valeria descalza se presenta como una especie de relato artificioso y expresivo, un cuento de cámara en el que apenas se dan cita cuatro personajes y con los que se teje una suerte de laberinto emocional. Con elementos tan escasos Del Río radiografía el óxido que el hecho de vivir deposita en el fondo. Esa suerte de cautela de narrador experimentado hace que Del Río se desembarace de uno de los peores lastres del cine español: la necesidad de explicarlo todo.
Al contrario. Valeria descalza no busca describir sino transmitir, no es el suyo el territorio de la anécdota sino el espacio vacío de la angustia asumida desde la melodía de la seducción del sexo y el afecto. De ahí ese barniz de anacronía con el que se adorna Valeria, una joven deseosa de sentir y cantar. Un cantar que no es sino el pretexto del que se sirve el filme para no quemarse en el infierno de la alcoba convencional. Una música utilizada como riel sobre el que viaja el deseo. Un recital de escasas canciones, un melodrama sin excesivos lloros, un enredo de afectos, traiciones y sacrificios en el que permanecen atrapados sus personajes.
Una pareja de edad madura y cansancio largo, un padre sin reconocer y una hija ajena a todo ello. Jóvenes y viejos, víctimas y verdugos… Todo es relativo y todo está por repensar. De eso va Valeria descalza, eso pisan sus pies desnudos. Un cine de factura controlada, guión turbio y ambición alta que evoca actitudes que no entiende de modas y que no se ajusta a modos preconcebidos.
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