Nuestra puntuación
El portador de la muerteTítulo Original: IN THE ELECTRIC MIST Dirección: Bertrand Tavernier Guión: Jerzy Kromolowski y Mary Olson-Kromolowski; basado en la novela de James Lee Burke Intérpretes: Tommy Lee Jones, John Goodman, Peter Sarsgaard y Mary Steenburgen Nacionalidad: EE.UU. Francia, 2009 Duración: 117 minutos ESTRENO: Marzo 2011
Nada señala ni nada delata que este thriller oscuro, que comienza con el levantamiento de un cadáver al estilo del Twin Peaks y que avanza con la mirada perpleja que Tommy Lee Jones adquirió en No es país para viejos, está dirigido por un veterano realizador francés llamado Bertrand Tavernier. A primera vista, la tormenta que preside esta dolorosa crónica sobre la perversión del ser humano sabe a USA como aquel Marlboro de tiempos cercanos o a la Coca Cola de tiempos eternos. Sin duda, Tavernier maneja los estilemas del noir norteamericano con sobrada capacidad. No hay que olvidar que si es verdad que el director de Capitán Conan se ha pegado media vida dirigiendo filmes personales, muchas veces a costa de levantar la alfombra de la vergüenza que preside las cloacas de Francia, la otra media vida la ha dedicado a glosar y estudiar el mejor cine del mundo, un legado en el que Hollywood ha puesto muchos de sus más importantes referencias
Tavernier, el francotirador que no fue aceptado por la nouvelle vague por demasiado izquierdista, demasiado iconoclasta y demasiado narrativo, se adentra en el paisaje torturado por el Katrina para hablar del racismo y la guerra civil americana, de la corrupción policial y de la persistencia del justiciero solitario. En esa tormenta eléctrica hay muchos relámpagos como para despacharlos con un par de adjetivos. En cuanto filme se comporta como una obra rugosa y densa, compleja e inspirada. Tavernier saca excelente partido del hacer de sus actores y les regala una fotografía ejemplar, un ritmo preciso, una atmósfera sugerente y un guión poliédrico de sombras fantasmales y esquinas de realidad. Se diría que ese viacrucis que recorre el agente interpretado por Lee Jones se comporta como un calidoscopio susceptible de emitir infinitos destellos con cada nuevo giro. Tavernier lleva la novela de Burke a su universo para explorar los meandros más frágiles del sistema, su limitada (in)capacidad para hacer justicia, sus temores y sus dudas. Con ello destila cine que habla del cine y relato que ata y relata lo literal y lo simbólico. Cine americano de un cineasta francés que echa mano de la gran gramática cinematográfica: la universal.
Tavernier, el francotirador que no fue aceptado por la nouvelle vague por demasiado izquierdista, demasiado iconoclasta y demasiado narrativo, se adentra en el paisaje torturado por el Katrina para hablar del racismo y la guerra civil americana, de la corrupción policial y de la persistencia del justiciero solitario. En esa tormenta eléctrica hay muchos relámpagos como para despacharlos con un par de adjetivos. En cuanto filme se comporta como una obra rugosa y densa, compleja e inspirada. Tavernier saca excelente partido del hacer de sus actores y les regala una fotografía ejemplar, un ritmo preciso, una atmósfera sugerente y un guión poliédrico de sombras fantasmales y esquinas de realidad. Se diría que ese viacrucis que recorre el agente interpretado por Lee Jones se comporta como un calidoscopio susceptible de emitir infinitos destellos con cada nuevo giro. Tavernier lleva la novela de Burke a su universo para explorar los meandros más frágiles del sistema, su limitada (in)capacidad para hacer justicia, sus temores y sus dudas. Con ello destila cine que habla del cine y relato que ata y relata lo literal y lo simbólico. Cine americano de un cineasta francés que echa mano de la gran gramática cinematográfica: la universal.