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Al viejo estilo siciliano
Título Original: IO SONO L´AMORE Dirección: Luca Guadagnino Fotografía: Yorick Le Saux Montaje: Walter Fasano Intérpretes: Tilda Swinton, Flavio Parenti, Edoardo Gabbriellini, Alba Rohrwacher, Pippo Delbono, Maria Paiato y Diane Fleri Nacionalidad: Italia. 2009 Duración: 123 minutos ESTRENO: Mayo 2010

Una mesa bien dispuesta para un banquete es al melodrama lo que el campo de batalla al cine épico: la escenificación del conflicto. Conviene leer atentamente esas líneas de fuerza que determinan sus límites, estudiar el despliegue de los efectivos y repensar la posición de los contendientes. Sólo así será posible intuir las causas y entender los resultados. En Yo soy el amor, crónica familiar de solemnidad viscontiana e ironía trágica, todo acontece entre dos ágapes. En ambos se aparenta júbilo pero, tras la algarabía del brindis, resuenan gemidos funestos y palpitan silencios fúnebres.
El realizador de este filme de arquitectura neoclásica, de sólidas columnas y bellos capiteles, Luca Guadagnino, abordó en 2005, Melissa P, un filme de cierta valentía sexual que puso en manos de la joven actriz española María Valverde, un personaje extremo, vulnerable, inestable. Guadagnino posee una larga trayectoria, cortometrajes, videoclips, documentales,… Guadagnino nació en Sicilia, en 1971, o sea que creció casi al mismo tiempo que la gran generación del cine italiano iba bordando sus testamentos fílmicos. Su niñez tuvo lugar en el tiempo en que sus predecesores vivían enfebrecidos un cine descomunal, solemne, imposible.
Cuando empezó a pensar en que él podía hacer cine, en Italia el cine parecía morir. Quedaban media docena de venerables supervivientes, ya muy viejos, y tres o cuatro jóvenes capitanes que nunca pudieron ascender al generalato. Yo soy el amor es precisamente eso, las credenciales que Guadagnino presenta al mundo para ocupar uno de los tronos que desde hace dos décadas siguen vacantes. Y son credenciales con oficio que promete talento aunque todavía sea pronto para afirmarlo. Así se ve que Guadagnino planifica con soberbia, mueve la cámara con precisión e ilustra la descomposición familiar al estilo de los grandes. Cuenta con una aliada de lujo, la indescriptible Tilda Swinton a la que conoció hace ocho años cuando Guadagnino hizo con ella el documental The Love Factory. Con él no consiguió ningún laurel, ni tampoco mucha suerte con todo lo que hasta ahora ha hecho. Pero allí conoció a Tilda y para ella levanta lo que no oculta su vocación de tesis: un tour de force bello, redicho, intenso, excesivo, recomendable.

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