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Reinventando a Disney
Título Original: THEPRINCESS AND THE FROG Dirección: Ron Clements y John Musker Guión: Ron Clements, Rob Edwards, John Musker, Greg Erb y Jason Oremland Música: Randy Newman Montaje: Jeff Draheim Nacionalidad: EE.UU. 2009 Duración: 97 minutos ESTRENO: Febrero 2010

Director de Toy Story, Bichos, Toy Story 2 y Cars, John A. Lasseter se ha convertido en una figura esencial. A su propia producción como director hay que sumarle al menos dos nombres decisivos: Pixar, de quien es fundador, y Disney de quien es su ”resucitador”. Precisamente lo que está en juego aquí es la reanimación del viejo espíritu Disney. Y por eso, ante esta operación rehabilitadora que asume que por primera vez los protagonistas sean de origen afroamericano, Tiana y el sapo se descubre como la película de la gran controversia. Lasseter, nacido un 12 de enero al igual que Charles Perrault, ha decidido renovar el baúl de los cuentos de hadas de nuestro tiempo. Si anializamos sus filmes, tantos los que dirige como los que produce, veremos que en todos ellos se cultiva un poderoso sustrato simbólico: muerte del padre, despertar a la sexualidad, aprehender un código ético,…Para lograrlo en el año de Avatar y el 3D y de la renovación interna de EE.UU., Tiana y el sapo recupera la animación tradicional del 2D, desentierra el género musical, acude a lo antropomórfico y reedita la filosofía del abuelo Walt. Es decir, Lasseter, para regenerar a la Disney, da un paso atrás para coger impulso. Y del pasado desentierra los mejores argumentos que a lo largo de más de tres cuartos de siglo hicieron grande a la Disney.
Hay secuencias de un expresionismo de notable valor estético y en su interior crece un cuento moral que nos habla de la necesidad de valorar la amistad, el amor y la familia por encima del éxito y el dinero, aunque sea esto último lo que al final soluciona todo. Hay mucho sentimentalismo y, como novedad, una cierta pose incrédula ante lo convencional que reparte mejor los roles masculino y femenino procurando una mayor cota de igualitarismo. Lo que no hay que buscar aquí, porque no se encuentra, es ningún ajuste de cuentas con el racismo y la esclavitud. Sería demasiado pedir a un filme que, por encima de todo, procura conformar una aventura entretenida y ágil. Y sin duda, lo consigue. Con un último aditamento; el peso de Miyazaki, obvio en el diseño de las niñas en la secuencia del inicio, y una mirada estrábica que disimula incrédulidad pero que se encomienda a todos los cuentos.

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