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El verdugo del capital
Título Original: UP IN THE AIR Dirección: Jason Reitman Intérpretes: George Clooney, Vera Farmiga, Anna Kendrick, Jason Bateman, Danny McBride y Melanie Lynskey Nacionalidad: EE.UU. 2009 Duración: 108 minutos ESTRENO: Enero 2010
Ryan Bingham pasa más parte de su vida en el cielo que en la tierra. No es un profesional de la aviación. Ni tampoco un ángel aunque se diría que, de algún modo, Bingham se ha convertido en un heraldo funesto que sobrevuela la geografía usamericana con el desagradable objetivo de visitar a las víctimas del desahucio económico. Él se comporta como el mensajero del dinero, el rostro ¿sensible? de la deshumanizada rentabilidad empresarial. Su trabajo consiste en dar la noticia del despido y en, la medida de lo posible, evitar tragedias inútiles y/o violencias desesperadas. Es el encargado de hacer comer el sapo de esa traición que todo despedido siente cuando, tras años de trabajo, se ve en la calle. Sin duda el cometido de Bingham se debe más a razones higiénico-estéticas, las masacres salen caras, que a cuestiones humanitarias. Por eso el universo empresarial que retrata Reitman se parece mucho al que David Fincher mostró en El club de la lucha. En él, la rentabilidad es la ley y el beneficio, el objetivo. Lo demás, sentimentalismo sobrante. Danza de tiburones en un ritual desesperado que cuantifica gastos y desdeña emociones.
Puede ser casualidad pero hay una cierta ironía en el hecho de que Jason Reitman contrate como coguionista a Sheldon Turner, autor de The Texas Chainsaw Massacre: The Beginning y del todavía en proyecto X-Men Origins: Magneto. Sospecho que a Sheldon le gustan los personajes turbios y las emociones fuertes y, aunque todo en Up in the air se deba y se sujete en el tono de una comedia adulta, no es de extrañar que de vez en cuando, el filme suelte alguna cuchillada de esas que hielan la sangre.
Quien las da tiene el rostro de George Cloney, un Cloney más Cary Grant que nunca y con un guiño preciso a su lado más hitchcockiano. Por lo demás, Up in the air se entrelaza con el primer filme de Jason Reitman, aGracias por fumar, y con el aclamado Juno. Sin artificio, estamos ante la marca de un estilo, lo que no necesariamente implica la existencia de un autor. En los tres títulos, Reitman aplica el mismo barniz de aparente cinismo y vocación más traviesa que transgresora con lo políticamente correcto. Ahora y aquí aparecen indicios inequívocos de que la inicial rabia de Jason se está impregnando del tono amable de su progenitor, el Ivan Reitman del Cazafantasmas.
Clooney camina por ese delgado alambre capaz de hacer simpático a un verdugo que, tal vez sin saberlo, es la principal víctima de su oficio. Aparece como un solitario sin afectos ni compromisos. Un ejecutor que mete más horas en el claustrofóbico espacio de un avión que en su casa y que se consuela con conseguir un récord de ejecutivo. Ahora bien, es un profesional competente. Mueve su equipaje con la precisión de un asesino sin reparar en que, a menudo, el cazador puede ser cazado.
El filme, de gran predicamento y éxito en EE.UU., se comporta como un texto resbaladizo. Muestra las fauces pero, como ya lo hiciera ante temas como la venta de armas, el negocio del tabaco, el aborto y/o las madres de alquiler, lejos de desgarrar, prefiere extender el mapa de una cartografía donde las contradicciones y la incertidumbre determinan la naturaleza de sus retratos. Aquí, en ese duelo entre el individuo y la familia, entre el éxito y la soledad, entre el sexo y la amistad, emerge lo notable del filme; su capacidad de elaborar un discurso adulto, un cine inteligente. Estamos ante un filme que no hace pedagogía de salón ni se disfraza de buenos sentimientos. Por ello su protagonista deviene en paradigma de la contradicción del sistema occidental. Tiene todo para triunfar, pero sus triunfos le abocan al fracaso y a la desesperación.