Zhang Yimou carga con el peso de la cruz de la “Quinta Generación”. Fue aquella, una camada de profesionales del cine crecida en plena revolución cultural. La del último delirio de Mao, la que sospechaba de todo atisbo de intelectualidad y condenaba a campos de trabajo a quienes no provenían del mundo rural.

Lo dijimos en su desembarco en el pasado SSIFF. En el ADN de Louis Garrel va grabado a fuego la fiebre por la profesión. Hijo de director y actriz, nieto de ilustres profesionales del cine, casado con una de las actrices protagonistas de este filme, Laetitia Casta, este actor, director y guionista se desayuna con cine, con cine se acuesta y con él se levanta.

Sin duda, el título evocará en el buen aficionado la histórica película de Jack Arnold, “The Incredible Shrinking Man” (1957) obra que, a su vez, iluminó parte del hacer de Almodóvar en “Hable con ella”. El cine -la cultura- tiene esas cosas, entremezcla ecos que aparentemente nunca hubiéramos imaginado juntos y crea extrañas sinfonías.

“Vitoria, 3 de marzo” transcurre entre dos canciones, entre dos emociones unidas por su vértice pero, antagónicas en su contenido. Entre “A galopar” de Paco Ibáñez y “Campanades a mort” de Lluis Llach se escenifica una de las páginas más dramáticas de la transición española tras la muerte de Franco.

Los restos de Nureyev descansan desde el 13 de enero de 1993 en el cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois en Francia. Se trata de un gesto de ratificación identitaria, dado que Moscú y París, Francia y la URSS fueron los territorios decisivos donde transcurrió la existencia de quien está considerado como uno de los mejores bailarines clásicos del mundo.
Por las venas del bailarín moscovita corría la misma sangre repleta de glóbulos divinos que atravesaba a luminarias como María Callas o artistas como Pablo Picasso.