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Más allá de las apariencias Título Original: THE INTERNATIONAL Dirección: Tom Tykwer Intérpretes: Clive Owen, Naomi Watts, Armin Mueller-Stahl, Ulrich Thomsen, Brian F. O’Byrne, Michel Voletti, Patrick Baladi y Jay Villiers Nacionalidad: USA . 2009 Duración: 118 minutos ESTRENO: Mayo 2009
Desde su mismo arranque, el espectador ¿sabe? que no se enfrenta a un filme convencional por más que éste insistentemente lo parezca. ¿Por qué? La razón es obvia: Tom Tykwer todavía conserva hambre de cine. Eso quiere decir que, pese al éxito y a los dólares, este cineasta alemán que se impuso con un fogonazo de indeleble recuerdo, Corre Lola, corre, no ha olvidado la necesidad de alimentar al narrador que lleva dentro. Reconstruyamos cómo despega The International, un filme de alto presupuesto y muchas luminarias construido como ese arquetipo que Europa practica para parecerse a Hollywood. Aunque no hay que ser iluso, aquí buena parte del capital de su producción proviene de EE.UU.
Vayamos mejor al despertar del filme. Tykwer lo resuelve en tres planos casi idénticos. Tres primeros planos de tres personajes cuyas miradas establecen un juego extraño. La primera de ellas corresponde al personaje de Clive Owen. Escruta el horizonte y sus ojos parecen converger con el eje de la cámara. Sin embargo, no mira al espectador, no nos interpela a nosotros, sino a lo que está detrás de ese objetivo que lo mira a él. Los otros dos personajes, aquellos a los que Owen vigila, se entrecruzan entre sí a través de un espejo retrovisor. Son dos hombres que acuerdan un pacto de cuyo alcance se ocupará el resto de la película. Pese a que sus retinas se reconocen, no hay mirada directa. La cuestión es que, instantes después, con un ritmo ágil y un montaje eficaz -será la constante de toda la película- Tykwer deja al descubierto la razón fundamental de su puesta en escena. Tras ese baile de miradas, en esa concatenación ritualizada con desenlace eléctrico, Tykwer lanza su primera ley: vivimos en un tiempo de espejismos, de virtualidad, de incertidumbre. Nada significa lo que vemos.
De hecho, será horas después de estos hechos, cuando Owen, su personaje, meta la cabeza en una bañera llena de hielo, cuando le será dado entender lo que cuando miraba no supo comprender. Entre otras cosas porque no pudo oir, algo que sí hacemos los espectadores.
Se diría que con ese aviso Tykwer da la clave en la que debería leerse su trabajo, una película que se empecina en parecer menos de lo que es. En algún modo, Tykwer se identifica con otro cineasta alemán, Wolfgang Petersen, profesionales en asilvestrar el cine mainstream a fuerza de diseminar en su interior cargas de profundidad.
En The international las hay de manera generosa. Tykwer, como de Palma, retoma el legado de Hitchcock allá donde lo dejó el autor de Psicosis, en el puente quebradizo que une modernidad con posmodernidad. Un puente condenado en estos momentos al desprecio por su falta de radicalidad. Lo que no impide que en The International, Tykwer nos regale descargas de notable talento y buen cine. Se trata de un esfuerzo empeñado en equilibrar el impacto escópico de la acción pura, (el atentado a lo JFK, la carnicería en el Guggenheim de Nueva York, el asesinato en la estación de Berlín) con aguas subterráneas que provienen de Chandler y Le Carré para hablar del destructivo poder del poder del ser humano. Acción versus reflexión para un filme nada inocente que rebosa en detalles con los que sujetar una denuncia feroz sobre el dinero y la banca. Detalles que van desde negar toda posibilidad de la historia de amor arquetípica, a esa traca definitiva por la que el arte contemporáneo se muestra como una impotente pantalla incapaz de detener la locura asesina de las balas de los sicarios. Como se verbaliza dentro del filme, en tiempo de metalenguaje e incredulidad en las imágenes, no nos queda nada en lo que creer… salvo en la herida del (anti)héroe.
Desde su mismo arranque, el espectador ¿sabe? que no se enfrenta a un filme convencional por más que éste insistentemente lo parezca. ¿Por qué? La razón es obvia: Tom Tykwer todavía conserva hambre de cine. Eso quiere decir que, pese al éxito y a los dólares, este cineasta alemán que se impuso con un fogonazo de indeleble recuerdo, Corre Lola, corre, no ha olvidado la necesidad de alimentar al narrador que lleva dentro. Reconstruyamos cómo despega The International, un filme de alto presupuesto y muchas luminarias construido como ese arquetipo que Europa practica para parecerse a Hollywood. Aunque no hay que ser iluso, aquí buena parte del capital de su producción proviene de EE.UU.
Vayamos mejor al despertar del filme. Tykwer lo resuelve en tres planos casi idénticos. Tres primeros planos de tres personajes cuyas miradas establecen un juego extraño. La primera de ellas corresponde al personaje de Clive Owen. Escruta el horizonte y sus ojos parecen converger con el eje de la cámara. Sin embargo, no mira al espectador, no nos interpela a nosotros, sino a lo que está detrás de ese objetivo que lo mira a él. Los otros dos personajes, aquellos a los que Owen vigila, se entrecruzan entre sí a través de un espejo retrovisor. Son dos hombres que acuerdan un pacto de cuyo alcance se ocupará el resto de la película. Pese a que sus retinas se reconocen, no hay mirada directa. La cuestión es que, instantes después, con un ritmo ágil y un montaje eficaz -será la constante de toda la película- Tykwer deja al descubierto la razón fundamental de su puesta en escena. Tras ese baile de miradas, en esa concatenación ritualizada con desenlace eléctrico, Tykwer lanza su primera ley: vivimos en un tiempo de espejismos, de virtualidad, de incertidumbre. Nada significa lo que vemos.
De hecho, será horas después de estos hechos, cuando Owen, su personaje, meta la cabeza en una bañera llena de hielo, cuando le será dado entender lo que cuando miraba no supo comprender. Entre otras cosas porque no pudo oir, algo que sí hacemos los espectadores.
Se diría que con ese aviso Tykwer da la clave en la que debería leerse su trabajo, una película que se empecina en parecer menos de lo que es. En algún modo, Tykwer se identifica con otro cineasta alemán, Wolfgang Petersen, profesionales en asilvestrar el cine mainstream a fuerza de diseminar en su interior cargas de profundidad.
En The international las hay de manera generosa. Tykwer, como de Palma, retoma el legado de Hitchcock allá donde lo dejó el autor de Psicosis, en el puente quebradizo que une modernidad con posmodernidad. Un puente condenado en estos momentos al desprecio por su falta de radicalidad. Lo que no impide que en The International, Tykwer nos regale descargas de notable talento y buen cine. Se trata de un esfuerzo empeñado en equilibrar el impacto escópico de la acción pura, (el atentado a lo JFK, la carnicería en el Guggenheim de Nueva York, el asesinato en la estación de Berlín) con aguas subterráneas que provienen de Chandler y Le Carré para hablar del destructivo poder del poder del ser humano. Acción versus reflexión para un filme nada inocente que rebosa en detalles con los que sujetar una denuncia feroz sobre el dinero y la banca. Detalles que van desde negar toda posibilidad de la historia de amor arquetípica, a esa traca definitiva por la que el arte contemporáneo se muestra como una impotente pantalla incapaz de detener la locura asesina de las balas de los sicarios. Como se verbaliza dentro del filme, en tiempo de metalenguaje e incredulidad en las imágenes, no nos queda nada en lo que creer… salvo en la herida del (anti)héroe.