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Comedia, cocina y sexo
Título Original: DIETA MEDITERRÁNEA Dirección: Joaquín Oristrell Guión: Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano Intérpretes: Olivia Molina, Paco León, Alfonso Bassave, Carmen Balagué, Roberto Álvarez y Jesús Castejón Nacionalidad: España. 2009 Duración: 102 minutos ESTRENO: Febrero 09
Si deconstruimos esta Dieta mediterránea nos encontraremos con dos ingredientes básicos. En primer término, un ménage à trois como posibilidad sexo-social y alternativa transgresora frente a la pareja convencional. Y, en segundo, la cocina como texto y pretexto, algo que alumbra casi siempre filmes tan simpáticos como inofensivos. Del activismo de guerrilla sexual, Oristrell se protege/legitima con la muleta del Truffaut de Jules et Jim. Es evidente que algo de homenaje y guiño hay hacia el autor de Los cuatrocientos golpes. Como también parece indiscutible que en Dieta mediterránea sobrevuela algo del procedimiento nostágico del Soñadores del último Bertolucci. De hecho, tanto Oristrell como Bertolucci imprimen a sus respectivos filmes un carácter de relato nostálgico.
Pero si en Truffaut había exploración y en Bertolucci introspección, en Oristrell todo se fía a la comedia y al enredo; al cineasta español le preocupa más la eficacia del gag que el filo de su escalpelo para diseccionar las posibilidades de su propuesta triangular. De ese modo esta Dieta mediterránea se aleja del alto modelo fílmico, para recalar en el bajo referente televisivo. De lo exquisito a lo popular, del guiño osado al chiste manido, del plato singular y los pétalos de sal, al pollo asado y a la sal gorda del mercadillo.
A todo esto, la acción del filme recorre, con elipsis y saltos, casi cuatro décadas de la historia de este país. Casi cuatro décadas en un Cuéntame gastronómico que nos muestra el paso del restaurante popular de menú del día, vino tinto y casera, al espacio franquiciado estrellado por las guías gastronómicas de todo el mundo. En ese largo deambular en el que, por misterio del casting y la dirección artística, nadie envejece y casi nada cambia, Oristrell obtiene sus mejores momentos en el hacer de los actores y en una especial capacidad para insuflar emoción en los intersticios más emotivos.
Poca cosa y baja ambición en un filme alimenticio que si se compara con el también ahora en cartel Cuscús o el ya retirado Estómago, da pistas sobre los problemas estructurales de eso que llaman cine español, cuando en realidad no es sino cosa de puro sainete y entremés.
Pero si en Truffaut había exploración y en Bertolucci introspección, en Oristrell todo se fía a la comedia y al enredo; al cineasta español le preocupa más la eficacia del gag que el filo de su escalpelo para diseccionar las posibilidades de su propuesta triangular. De ese modo esta Dieta mediterránea se aleja del alto modelo fílmico, para recalar en el bajo referente televisivo. De lo exquisito a lo popular, del guiño osado al chiste manido, del plato singular y los pétalos de sal, al pollo asado y a la sal gorda del mercadillo.
A todo esto, la acción del filme recorre, con elipsis y saltos, casi cuatro décadas de la historia de este país. Casi cuatro décadas en un Cuéntame gastronómico que nos muestra el paso del restaurante popular de menú del día, vino tinto y casera, al espacio franquiciado estrellado por las guías gastronómicas de todo el mundo. En ese largo deambular en el que, por misterio del casting y la dirección artística, nadie envejece y casi nada cambia, Oristrell obtiene sus mejores momentos en el hacer de los actores y en una especial capacidad para insuflar emoción en los intersticios más emotivos.
Poca cosa y baja ambición en un filme alimenticio que si se compara con el también ahora en cartel Cuscús o el ya retirado Estómago, da pistas sobre los problemas estructurales de eso que llaman cine español, cuando en realidad no es sino cosa de puro sainete y entremés.