Fantasmas de guerra
Título Original: TRIAGE Dirección: Danis Tanovic Guión: Danis Tanovic; basado en la novela de Scott Anderson Intérpretes: Colin Farrell, Paz Vega, Christopher Lee, Kelly Reilly y Jamie Sives Nacionalidad: Irlanda, España y Francia. 2009 Duración: 99 minutos ESTRENO: noviembre 2009
Los principales guardianes del silencio que envolvió el horror de los campos de exterminio nazis fueron las víctimas que les sobrevivieron. Era tanto el dolor acumulado, tanto sangraba aquella herida que los supervivientes enmudecieron presos de una doble pesadumbre: de una parte, creer que no les creerían; de la otra, sentirse incapaces de sostenerse en pie ante la irracional sensación de culpa por no haber muerto allí donde murió la mayoría. Triage, un filme extraño en su ejecución y excéntrico en su reparto, mira de soslayo ese desgarro que taladra la mente. “Duermo como un niño” afirma su principal protagonista, roído por la culpabilidad, al “sanador de almas” que Christopher Lee representa. “Precisamente eso es lo que me preocupa”, le contesta el rostro del conde Drácula. ¿Qué es esto: metalenguaje o desatino?
Triage se asoma a la oscura trastienda de las estrategias médicas en tiempo de guerra. Al proceso de decisión que lleva a dejar morir e incluso a rematar a los heridos graves para poder salvar a quienes todavía pueden ser salvados en función de los escasos medios que se tengan. Basada en las memorias del corresponsal de guerra Scott Anderson, Danis Tanovic, un cineasta que antes de debutar con En tierra de nadie trabajó como reportero en la primera línea de guerra, ilustra un proceso de dolor y culpa. Tanovic, que en su filme de debut combinó bien denuncia con ironía, sencillez con hondura, se ahoga en un filme que avanza con pesar y que apenas se sostiene por la inconsistencia de sus protagonistas.

En ese punto de ignición en el que se enciende todo relato, Triage no consigue avivar esa llama que debiera darle vida. Entona una melodía de culpa pero no suena convincente. Imagina un triángulo protagónico de difícil engarce: un abuelo español redentor de criminales fascistas, su nieta que no le habla porque se le acusa de calmar la rabia franquista y su compañero, un reportero atravesado por la pérdida de su compañero de quien no se sabe dónde está ni qué le ha ocurrido. Demasiada carga retórica para hacer que su discurso conjugue verosimilitud allí donde reina el artificio. Sin hálito de emoción, queda la evidencia de que roza un gran tema y la pena de que no lo ha desarrollado.
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