Se asegura que en los años 40, el capitán Marvel, nombre primigenio de Shazam, fue más popular que el propio Superman. De hecho, la DC denunció a la Fawcett Comics, la cuna natal del personaje, por presunto plagio. Lo curioso es que la vida da muchas vueltas, y el viejo capitán Marvel, nacido en 1939, pasó a las filas de la DC y hoy es una de sus mejores bazas frente a la Marvel.

Dentro de un tiempo, cuando se analice el cine comercial de estos años, habrá un capítulo especial para acotar lo que la factoría Marvel representa. A estas alturas, tras dar vueltas como una peonza, con la mirada puesta en alumbrar a la madre de todas las películas, esa batalla final que se anuncia, la decepción se huele a distancia. La fórmula no es que se repita es que se agota y nos agota.

Para filmar “SuperLópez”, un producto considerado seguro por el gran predicamento que le acompaña, no se han escatimado esfuerzos. Lo que no quiere decir que no haya habido problemas. De hecho, el proyecto dio tumbos y pasó de mano en mano hasta llegar donde se encuentra ahora. Bajo el control de un director que sabía qué significa llevar del papel del TíoVivo al cine comercial a uno de sus personajes.

Hay un momento vertebral en este filme donde guionista y director traspasan el umbral del verosímil. A partir de allí, le es dado a la persona espectadora de este relato poner en duda todo lo que hasta ese momento creía ver. Dicho de otro modo, tras el estupor de asistir a una actitud inesperada, surge la claridad de vislumbrar que lo real no es lo que creía.

Vengadores: Infinity War empieza en el infierno para recorrer todas las estancias del horror y la muerte. Lo que viene a continuación son más de 150 minutos de acción y reacción. Trifulcas interminables salpicadas con micro-diálogos al alcance de los iniciados. ¿Es posible disfrutar plenamente -hay poco que entender-, un filme como éste sin tener conocimiento de los 18 antecedentes que le preceden? Supongo que no.

Podía haber sido una versión pobre y convencional de cualquiera de los ambiciosos proyectos que la Marvel ha producido en estos últimos años. Una especie de Capitán América en clave de black exploitation. No es así, pese a que el argumento carezca de originalidad.

A esta Liga de la Justicia se le ha roto el encanto. En su deseo de ir cada vez más lejos, en su apuesta circense por superar lo insuperable, se ha quedado sin aliento. Si la anterior entrega terminó con la muerte de Superman, lo que dada la obviedad de su simbolismo, era la muerte de Cristo, la actual entrega no tenía otro remedio que enfrentarse al día de después, o sea el día del apocalipsis.