Hace veinte años, François Girard, guionista y director franco-canadiense, (Quebec, 1963), empezó a ser reconocido mundialmente gracias al éxito de “El violín rojo” (1998). Dos décadas más tarde, se hace evidente que este realizador encuentra su zona de confort allí donde la música impone su presencia; allí donde el sonido establece la ley.

Cuando Yip Harsburg y Harold Arlen alumbraron, entre otros temas, “Over the Rainbow” para “El mago de Oz”, no sospecharon que esculpían una leyenda. Años después, en 1978, su canción vistió la bandera del movimiento LGTBI. El arcoiris de Dorothy se transformó en talismán de la reivindicación del orgullo gay. Pero para entonces, Judy Garland, que murió 9 años antes, era un icono sagrado, imitado y llorado.

Desde Bergman hasta Haneke, abundan las buenas películas que se han servido de la música como texto y pretexto, como escenario y argumento. Esas tres referencias: Ingmar Bergman, Michael Haneke y la música, conforman la extrema bondad de una película inquietante y perturbadora, atravesada por la belleza formal del virtuosismo de la interpretación, pero herida de muerte debido a la obsesión por la perfección y el éxito de su principal protagonista. 

A “Wild Rose” le pierde el exceso y le sobra un injustificado empeño en rebajar el dramatismo implícito en su argumento. Eso provoca una alarmante falta de sinceridad a la hora de afrontar la verdad implícita en unos personajes que se deshacen entre el histrionismo y la blandura, entre la música y el silencio.

Ante propuestas como “Leto” surge la decepción de percibir que, pese a su calidad, brillantez y rigor, el público le hará muy poco caso. De hecho, llevaba meses esperando ser estrenada. Tan poco confían en ella que ni siquiera se han molestado en doblarla al castellano. Tanto mejor. Así los pocos que decidan verla podrán disfrutarla en versión original, en ese ruso armónico y áspero, del que aprenderemos que “Leto” significa verano.

“Bel canto” ofrece tan buenas intenciones como malas decisiones. Pero más allá de su contenido concreto, en una primera mirada merece la pena cruzarla con la considerada por Hollywood mejor película USA de este año. Porque, curiosamente, “Bel canto” coincide con “Green Book” en los orígenes de sus realizadores. Paul Weitz, como Peter Farrelly, comenzó en el cine codirigiendo con su hermano.